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Amiga de reír y burlar, embroma a los hombres y les suelta mil pullas afiladas y punzantes, pero jamás se encarniza. ¿Qué otra cosa he de añadir? Una cordobesa es avara y otra pródiga, pero todas son generosas y caritativas. No lo digo fantaseando: he conocido lugareña cordobesa que tenía y leía estos y otros libros por el estilo. Otras leen novelas modernas de las peores. Otras no leen nada.

Es de advertir que el tono de broma en que estas palabras fuertes se decían les quitaba toda gravedad y aire de ofensa. En Vetusta el buen humor consiste en soltarse pullas y frescas todo el año, como en perpetuo Carnaval, y el que se enfada desentona y se le tiene por mal educado. Es que yo gritó el ex-alcalde mato un canónigo como un mosquito.... Ya lo supongo; con alguna calumnia.

Me tiene en poco, lo mismo que Chandos, y empieza á convertirme en blanco de sus pullas y cuchufletas. ¿Sabéis la que me lanzó anoche después del torneo? Alababa uno de mis amigos la fuerza de mi brazo y el príncipe tuvo á bien decir que por fuerte que fuera el brazo nunca lo sería tanto como el espinazo de mi caballo. Gracia ésta que fué recibida con gran risa por todos los presentes.

De allí pasó á echar pullas y sarcasmos sobre la pretension que tenían algunos sopladillos de enseñar á sus maestros levantando una academia para la enseñanza del castellano.

La Pepay había escrito aquella misma tarde una carta al célebre ponente esperando una contestacion y dándole una cita en el teatro. Por esta razon don Custodio, apesar de la ruda oposicion que había desplegado contra la opereta francesa, se iba al teatro, lo cual le valió finas pullas de parte de don Manuel, su antiguo adversario en las sesiones del Ayuntamiento.

Los Príncipes, sin embargo, se desesperaban de no ser queridos; el Rey Venturoso rabiaba al ver que su hija no acababa de decidirse; y ésta continuaba erre que erre en no hacer caso de ninguno, salvo del Príncipe tártaro, de quien sus pullas y declarado aborrecimiento vengaban con usura al famoso ministro de su padre.

La pobre niña, tan reservada y silenciosa por temperamento, empezó a charlar por los codos, dirigiendo pullas muy saladas a todos los presentes, que las acogían con regocijo y aplauso. Cuando una señora le dijo que estaba borracha, se puso muy seria y afirmó que sólo estaba un poco alegre, lo cual nada tenía de particular teniendo en cuenta sus pocos años. Esta salida hizo reír a los convidados.

Un buen rato se estuvieron los lidiadores entre barreras, celebrando consulta, hasta que al fin, estimulados por los amigos de los tendidos, que no cesaban de perseguirles con gritos y pullas, y por el poquillo de vergüenza que todavía les quedaba, después de la salida del toro, se decidieron a entrar de nuevo en el redondel.

Oyendo lo cual, otra de las dos dijo: -Mas, ¡jo, que te estrego, burra de mi suegro! ¡Mirad con qué se vienen los señoritos ahora a hacer burla de las aldeanas, como si aquí no supiésemos echar pullas como ellos! Vayan su camino, e déjenmos hacer el nueso, y serles ha sano.

Comieron alegremente; corrió bastante el jarro del vino; Andrés bebía sidra embotellada: cambiáronse muchas pullas entre Celesto, Máxima, Andrés y el excusador. El follaje amarillento del pomar quebraba los rayos del sol. La brisa de la montaña los templaba. Respirábase un ambiente embalsamado por el aroma de la yerba y de las manzanas apiladas. La alegría se apoderó de todos.