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Las ruedas y frenos gruñían; pero conforme se cerraban mis ojos, encontraba yo en su ruido nuevas modulaciones, y tan pronto me creía mecido por las olas como me imaginaba que había retrocedido hasta la niñez y me arrullaba una nodriza de bronca voz. Pensando en tales tonterías me dormí, oyendo siempre el mismo estrépito y sin que el tren se detuviera. Una impresión de frescura me despertó.

Nada mas delicioso que un paseo en coche por la ribera izquierda del lago, en direccion á Collonge, al traves de quintas y parques bellísimos, huertos, jardines y viñedos, y dominando con la vista el soberbio panorama del lago y las montañas del Jura; ó bien, mecido suavemente en una góndola por el vaiven de las azules ondas del lago, surcar su superficie á las nueve de la noche, cuando las estrellas fulguran en el fondo de un magnífico cielo, se despiertan las brisas nocturnas cargadas de perfumes, y se ve á lo léjos en la ribera el vasto semicírculo de luz que producen las hileras de faroles en todos los muelles, á cuya línea se sobreponen las mil luces caprichosas de la parte antigua de la ciudad que se levanta en anfiteatros irregulares sobre la colina.

Así, me he dicho, he comenzado en una aurora dulce y brillante, y así voy a acabar como este día en las tristezas de una tarde nebulosa. A esta idea, me he representado, con extraordinario vigor, las sensaciones nuevas de mis primeros años; he rebuscado en mi memoria los jóvenes deseos, las esperanzas ingenuas de un alma virgen, y me he mecido en estos recuerdos.

Aquélla es opaca y ruda: sacude con fuerza. El que se aventura en ella, siéntese levantado impetuosamente. Cierto que presta auxilio al nadador, empero se señorea de él: encuéntrase éste cual débil niño mecido por poderosa mano que fácilmente puede reducirlo á la nada. Una vez desamarrada la barquilla, ¿quién sabe dónde puede llevarla una ráfaga de viento, la irresistible corriente?

Esta senda sin sombra ni hierba, hace desear la fresca y sombreada bóveda del bosque que se ve mecido por la brisa en la ladera de la montaña, al extremo del campo árido. Bastante fatigado se llega a los primeros álamos y alisos de la plantación, cuyas raíces humedecen constantemente las filtraciones y los regueros de la colina.

Su charla bulliciosa, sus frescas carcajadas despertaban a los vecinos que aún yacían entre las sábanas, les hacían sonreir beatamente trayéndoles al recuerdo otros días de San Antonio cuando la juventud chispeaba también en sus ojos y en la copa de la vida aún no había caído ninguna gota de hiel. ¡Quién no recordaría en Sarrió alguno de aquellos viajes a la ermita en una mañana límpida y suave, con las piernas ligeras y el corazón mecido dulcemente en la esperanza de ver pronto al dueño adorado y pasar el día cerca de él!

Los colores de tu tez celeste se parecen al bermellon que hermosea las megillas de un nino dormido en el seno de su madre y mecido con los latidos de su corazon; se parecen al color de rosa que dejan caer los ultimos rayos del dia sobre la nieve de los ventisqueros, y que puede equivocarse con el pudico sonrosado de la tierra recibiendo las caricias del cielo.

El futuro estadista se apresuró a invitarla, pensando con su penetración característica que Esperancita le daba esa pareja porque era bastante fea. Mecido en este grato y dulcísimo pensamiento pasó un rato feliz bailando con la hija del general Pallarés, "uno de nuestros más bellos bacalaos", al decir de Cobo Ramírez.

Tendido en lo más alto de la enorme carga como niño en un gran lecho, mecido por el dulce movimiento del vehículo rodando sobre la hierba cortada, miraba desde más alto que de ordinario un horizonte que me parecía infinito.

Comentaban los defectos de todos los espadas, discutían sus méritos y el dinero que ganaban, mientras el enfermo escuchábales en forzosa inmovilidad o caía en una torpeza soñolienta, mecido por el susurro de la conversación.