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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Otras veces Azorín permanece largos ratos en una modorra plácida, vagamente, traído, llevado, mecido por ideas sin forma y sensaciones esfumadas. Cerca, en la casa de al lado, hay un taller de modistas, y a ratos estas simples mujeres cantan largas tonadas melancólicas, tal vez acompañadas por la guitarra de un visitador galante.
Así, por ejemplo, cuando tengo la imaginación encantada por mil ensueños pastorales que me han mecido en el curso de mi paseo, yo encamino mi pensamiento bajo las tiendas de los patriarcas, o entre los segadores de Belem, y asisto con la imaginación a las bodas de Ruth. En cambio ha disminuido mi entusiasmo por Osián y aun por Shakespeare.
¡Al gran pueblo argentino, salud! Porque estas palabras que nuestra canción nacional recuerda y con las que se nos ha mecido desde la cuna, no las inventó la vanidad del autor, las tomó de Pradt y de la Prensa de Europa, de las gacetas y comunicaciones oficiales de los demás Estados americanos. Todos le llamaban grande, todos se habían complotado a impulsarlo a las grandes cosas.
Pecado se cegó; no veía nada; llevó la mano a la cuerda que sujetaba sus calzones a la cintura. La última injuria que cambiaron fue referente a sus respectivas madres. Cuando nada inmundo les queda por decir, arrojan aquel postrer salivazo de ignominia sobre la cuna que poco antes les ha mecido. «Tu madre es una acá y una allá. Tu madre es esto o lo otro».
Veo á larga distancia un objeto que se mueve, y digo: «allí hay un hombre;» acercándome mas, descubro que no es así; y que solo hay un arbusto mecido por el viento. ¿Me ha engañado el sentido de la vista? no: porque la impresion que ella me trasmitia era únicamente de un bulto movido; y si yo hubiese atendido bien á la sensacion recibida, habria notado que no me pintaba un hombre.
No es mas mudable é inconstante el mar azotado por los huracanes, mecido por el zéfiro, rizado con el aliento de la aurora, inmóbil con el peso de una atmósfera de plomo, dorado con los rayos del sol naciente, blanqueado con la luz del astro de la noche, tachonado con las estrellas del firmamento, ceniciento como el semblante de un difunto, brillante con los fuegos del medio dia, tenebroso y negro, como la boca de una tumba.
Cuanto de honda y humana poesía palpitaba bajo la costra del humilde boticario, se conmovía y agigantaba entonces, llenándole la mente de luz y el pecho de desconocidas sensaciones; y hubiera sido cosa digna de verse estampada en un papel, la imagen interior del vehemente y desapercibido Leto, perdido entre las evoluciones de su pensamiento, y por el ansia de analizarlos todos, volar de los más rastreros a los más altos, de los más grandes a los más pequeños; trastrocar las especies muy a menudo, y apurarse por lo nimio y vulgar después de haberse mecido sereno en las alturas de lo sublime.
¿Hemos de cerrar voluntariamente la puerta a la inmigración europea que llama con golpes repetidos para poblar nuestros desiertos, y hacernos a la sombra de nuestro pabellón, pueblo innumerable como las arenas del mar? ¿Hemos de dejar, ilusorios y vanos, los sueños de desenvolvimiento, de poder y de gloria, con que nos han mecido desde la infancia los pronósticos que con envidia nos dirigen los que en Europa estudian las necesidades de la humanidad?
Si tiembla la roca á los embates del mar, sabe perfectamente que nada tiene que temer, que la que causa aquel ruido es su bondadosa nodriza. Encuéntrase mecido, le vence el sueño y dícela: Buenas noches. Conchas, nácar, perla. El esquino ha asentado el límite del genio defensivo.
La gente pobre que no se acordaba de la casa de Dios, encontraba en su miseria el dinero necesario para que el pariente marchase á la fosa escoltado por la burra de don Facundo y mecido en su ataúd por el vozarrón del cura. Había días en que acompañaba cinco entierros en los lugares más lejanos de la parroquia; asunto de leguas.
Palabra del Dia
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