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Hasta Ramoncito, que acertó a pasar por delante, pudo recibir algunas gotas de este rocío bienhechor. ¿No baila usted, Ramón? le preguntó con una sonrisa tan amable, que el ilustre concejal se sintió desfallecer de felicidad. Me ha entretenido el conde de Cotorraso hasta ahora. Pues a buscar pareja.... Mire usted: allí está Rosa Pallarés que no baila.

Llegó D. Julián Calderón con Mariana y Esperancita, Cobo Ramírez con León Guzmán y otros tres o cuatro pollastres, el general Pallarés, los marqueses de Veneros y otras varias personas, entre las cuales predominaban los banqueros y hombres de negocios. Uno de los últimos en llegar fué el duque de Requena, a quien se hizo la misma acogida ruidosa y lisonjera que en todas partes.

El futuro estadista se apresuró a invitarla, pensando con su penetración característica que Esperancita le daba esa pareja porque era bastante fea. Mecido en este grato y dulcísimo pensamiento pasó un rato feliz bailando con la hija del general Pallarés, "uno de nuestros más bellos bacalaos", al decir de Cobo Ramírez.

León le escuchó entre impaciente y confuso. Por librarse de él prometió cuanto quiso. Luego, cuando se vió entre los amigos, contó la ridícula conferencia y se rió en grande a costa del desdichado concejal. El duque de Requena, después que dijo a Biggs lo que se proponía, se sentó a jugar al tresillo con la condesa de Cotorraso, el mejicano, marido de Lola, y el general Pallarés.