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Actualizado: 19 de julio de 2025
Don Federico, aquí, aquí; junto al fuego, que está convidando. Sepa usted que la enferma ha cenado como una princesa y ahora está durmiendo como una reina. Va como la espuma su cura, ¿no es verdad, don Federico? Su mejoría sobrepuja mis esperanzas. Mis caldos opinó con orgullo la tía María Y la leche de burra añadió por lo bajo fray Gabriel. No hay duda repuso Stein , y debe seguir tomándola.
Si mi hijo se salva, me comprometo á dormir en él lo que me queda de vida, y á no comer más que las bazofias que tú comes. A buenas horas y con sol. Usted quiere ahora poner un puño en el cielo. ¡Ay, señor, á cada paje su ropaje! A usted le sienta eso como á la burra las arracadas. Y todo ello es porque está afligido; pero si se pone bueno el niño, volverá usted á ser más malo que Holofernes.
Apenas lo supo, mandó que pusiesen las jamugas a la burra, se hizo acompañar en otra burra por su confidenta, y sin que su marido lo notase, se fue por aquellos vericuetos hasta llegar a la casería. Terrible fue la entrevista con la pecadora, a quien echó de allí a pescozones. Debo advertir que en este y otros casos se avivan los celos con poderosas razones económicas.
Yo y la burra decía le hemos servido de padre y madre. Y añadía a menudo, dirigiéndose al envoltorio mal pergeñado que tenía delante: Nunca jamás te vuelvas contra nosotros.
El rebuzno lo había dominado; su arco había llegado a hablar como la burra de Balaam; pero la inefable cantinela del amor, los ayes de la pasión sublime, los reservaban aquellas cuerdas para otro arco amante, no para el de Secades. El cual, ya maduro y desengañado, iba prefiriendo su otro oficio de zurupeto, y más atendía ya a la banca y sus gajes que al arte que meciera sus sueños infantiles.
Tu patrona, hija mía, no figura en el calendario, y si no me equivoco, ha dado muchas veces la vuelta a la ciudad, con la cabeza rapada, y montada en una burra, con la cara vuelta hacia la cola... Barbero del infierno, tu garganta es demasiado estrecha para esas palabras; ¡por Cristo! te la voy a ensanchar.
Tampoco hay burra objetó el cazador sin pestañear ni alterar un solo músculo de su faz broncínea. ¿Que... no... hay... bu... rraaaaa? articuló, apretando los puños, don Pedro . ¿Que no... la... hayyy? A ver, a ver.... Repíteme eso, en mi cara. El hombre de bronce no se inmutó al reiterar fríamente. No hay burra.
Cerca ya de Gallarta, al quedar solo el doctor, vió venir hacia él un hombre montado en una burra blanca, tan grande y tan fuerte que casi parecía una mulilla. Por la cabalgadura conoció Aresti desde muy lejos á don Facundo, el cura párroco de Gallarta.
Había cesado de nevar, pero estaba el cielo encapotado, «de color de panza de burra». Yo había visto nevadas en Madrid y en París y en San Petersburgo,... muchas nevadas, pero siempre en terreno llano y entre calles: es decir, una alfombra de lienzo algo sucio sobre la vía pública, y mantas de vellones blancos tendidas en los tejados de enfrente; nevadas, en fin, de teatro, sin la más remota semejanza con lo que estaba viendo desde la solana de mi tío.
Por fin alzó la cabeza y dijo: ¿Se acuerda usted de la burra que hubo que buscar en Cebre para mi mujer? ¡No me he de acordar! Pues la señora del juez..., ríase usted un poco, hombre..., la señora del juez se avino a prestármela porque iba Primitivo conmigo. Si no.... No hizo Julián reflexión alguna acerca de un suceso que tanto indignaba al marqués.
Palabra del Dia
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