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Había que verla en aquel retrato: amplio el escote; corto el talle; desnudo el torneado brazo; ricillos en las sienes; rica, donairosa mantilla, y ladeada peineta de boca de olla; ¡ni más ni menos que la reina, doña María Luisa! ¡Con razón los pisaverdes y lechuginos de Pluviosilla se bebían los vientos por mi hechicera tía!

Llevaba una gorra de terciopelo rojo coquetamente ladeada, rico y bien ceñido traje y en la enguantada diestra un pequeño halcón, cuyas erizadas plumas acariciaba suavemente. Roger notó que la hermosa desconocida tenía todo un lado del vestido manchado de lodo.

Pero ¡mardita sea! dijo el picador . ¡Quítate ese chisme de entre las roíllas! ¿No ves que me está apuntando y que puee ocurrí una desgrasia? La carabina del bandido, ladeada entre sus piernas, dirigía su negro agujero hacia el picador. ¡Cuerga eso, malaje! insistió éste . ¿Es que lo nesesitas pa comé? Bien está así.

Inclinado sobre la caja buscando tipos, ajustando palabras en el cajetín, o distribuyendo letras, su frente solía plegarse con un entrecejo serio de obrero ya machucho: entonces no hablaba y fija la atención en lo que hacía, sus ojos negros adquirían cierta expresión de gravedad cómica: en la calle, corriendo o jugando, con el pelo alborotado, tostada la tez, ladeada la gorrilla, descarado el mirar y rebosando malicia, traía a la memoria los chicos de las antiguas novelas picarescas.

Mujeres del pueblo, tirando de la mano de sus pequeños, seguían al marido, que iba con la capa caída, la gorra ladeada y los ojos brillantes, canturreando todos algún coro de la zarzuela de moda.

Mi sitio favorito, a donde iba yo todas las tardes, era una roca casi plana, que parecía derrumbada del último picacho, y que ladeada sobre un peñasco, me brindaba cómodo asiento que circundaban buvardias coralíneas, cebadillas de suave fragancia, helechos maravillosos y vaporosas gramíneas que, mecidas por el viento, esparcían el pardo plumón de sus espigas maduras. ¡Qué panorama tan hermoso!

Para , quebrantado e insensible de alma y cuerpo, todo era ya igual y de un mismo color; y hasta del vértigo de los grandes asomos estaba curado con la frecuencia de verlos aquel día; y cuidado que los hubo tan tremendos y de senda tan angosta, retorcida y ladeada, que el mismo Neluco se apeó para pasarlos... tapándose la cara con el sombrero por el lado del abismo.

De un tortuoso tubo surge un disco, una umbrela blanca ó color lila y á veces color carne. Un tanto ladeada ha desprendido de misma cierto objeto que no tiene igual en el mundo vegetal: no hay ninguna que se asemeje á su hermana, siendo inimitables por la delicadeza de su aterciopelado matiz.

Buscó con la vista a Martínez y viole a diez pasos de distancia, con la cabezota ladeada, apoyado en su garrote, y su risa de paleto sobre los labios, recibiendo también sus homenajes. Un grupo de palaciegos le rodeaba, oprimiéndose y estrujándose por estrechar su velluda manaza entre las suyas finas y enguantadas, al compás de previsoras lisonjas.

JESSY. ¡Sus convicciones...! ¡Se las compro...! Mire: tome cien sueldos y devuélvame cinco francos... ¿Cree todavía en la nobleza del arte, usted que nunca tuvo mas que sinsabores? ¿Cree usted en el talento y en el genio? Si yo tuviera la nariz ladeada o la pierna torcida, cambiaría la faz del mundo, al menos para el señor Sautriot, y yo no figuraría en la compañía de la señora Grattemimi.