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El traje, las barbas, la gordura y pequeñez del nuevo gobernador tenía admirada a toda la gente que el busilis del cuento no sabía, y aun a todos los que lo sabían, que eran muchos.

24 Tribulación y angustia le asombrarán, y se esforzarán contra él como un rey apercibido para la batalla. 25 Por cuanto él extendió su mano contra Dios, y se esforzó contra el Todopoderoso, 26 él le acometerá en la cerviz, en lo grueso de las hombreras de sus escudos; 27 porque cubrió su rostro con su gordura, e hizo pliegues sobre los ijares;

También la tenía con algún cuidado el temor de que su gordura llegara a impedirla el proyectado viaje a la tierra nativa, cuya ocasión podía tocar ya con los dedos a poco que alargara el brazo, porque si a aquellas horas el caudal de su marido no daba para comprar a peso de oro toda Villavieja con sus inherentes y aledaños, no distaría de ello media talega...

Dios te guíe, Sancho, y te gobierne en tu gobierno, y a me saque del escrúpulo que me queda que has de dar con toda la ínsula patas arriba, cosa que pudiera yo escusar con descubrir al duque quién eres, diciéndole que toda esa gordura y esa personilla que tienes no es otra cosa que un costal lleno de refranes y de malicias.

Reduzcamos aún el tamaño, aligeremos su gordura, ablandemos la espina, y sobre todo, suprimamos esa cola, ó más bien, dividamos la horquilla en dos apéndices carnosos que serán de mayor utilidad.

Es imposible pintar el dolor que tuvo la infeliz cuando María Luisa, hallándose una noche en casa de la duquesa de Chinchón, se permitió hacer, con su acostumbrada malicia, algunas apreciaciones un poco picantes sobre la gordura y redondez de nuestra diosa.

Serví un tiempo á las órdenes del señor Rolando Debray, gran bebedor y buena lanza, hasta que la gordura le impidió montar á caballo.

Ha sido, no hay duda, una daga de hoja larga y delgada, un estilete, muy probablemente. He encontrado en la parte exterior de la herida, sobre la tela de su sobretodo, algo así como grasa, o, más bien dicho, gordura animal. Voy a hacer analizar un poco, ¿y sabe lo que espero encontrar en ella? No; ¿qué? Veneno fue su contestación.

Los volátiles engordaban luego que era un contento y yo me complacía en comerlos; pero el espectáculo previo, causa de la gordura, me afligía bastante. Todavía al pensar en aquello, suelo exclamar con el poeta: Labitur ex oculis nunc quoque gutta meis.

Mientras que me extraviaba en las selvas célticas, siguiendo los pasos de la señorita Helouin, á la que no falta sino un poco de gordura para ser una druidesa muy pasable, la viuda del agente de cambio, colocada cerca de nosotros, hacía resonar los ecos de una queja continua y monótona como la de un ciego; se habían olvidado de ponerle su calentador, se le servía un potaje frío, se le presentaban huesos descarnados; ved ahí cómo se la trataba.