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Señora: reconozco que usted es mucho más lista que yo y que pone las cosas de manera que no acierto a responder; pero, como la respeto y la estimo, estoy seguro que usted, en su conciencia, reconoce que yo tengo razón y que usted defiende, con mucha habilidad, una mala causa. ¡Adiós con la colorada! Zahorí me saliste, Facundo.

La autoridad ante todo; el respeto a lo mandado, aunque sea ridículo o absurdo; diez años estará en Buenos Aires y en toda la República haciendo azotar y degollar, hasta que la cinta colorada sea una parte de la existencia del individuo, como el corazón mismo.

Porque así no hay alma que le un beso. La madre se puso colorada. No crea usted que le he dejado de lavar, que le he lavado dos veces hoy, señora; pero este arrastrao no dónde se ensucia tanto. Pues yo : revolcándose en la carretera. ¡Ah pícaro! ¡Corre, corre, que te pega tu madre!

El manto real de los reyes bárbaros de Europa fué siempre colorado. La España ha sido el último país europeo que ha repudiado el colorado, que llevaba en la capa grana. Don Carlos en España, el pretendiente absoluto, iza una bandera colorada.

Cuando lo tenéis en el bolsillo gastáis sin reparo. En este punto lo mismo eres que tu mujer. Dámelo a y yo os iré facilitando poco a poco lo que necesitéis. Así lo prometió sin reparar lo que hacía. Cuando llegó Carlota se apresuró a comunicarle lo que con su madre le había pasado. La joven se puso igualmente colorada. Ambos permanecieron silenciosos un rato sin saber qué decirse.

¿Y el marqués de Pierrepont está siempre en Malta? preguntó miss Nicholson. No, ahora creo que está, en Gythere. ¿En Gythere? , al menos yo lo he visto anoche en el teatro con una ella que tenía el tipo de aquel país. Pero, ¿es un calavera? interrogó otra vez miss Nicholson poniéndose colorada. No... está de mal humor... ¡aburrido! respondió Mariana.

Ni por esas. Nieves no se puso colorada ni se apuró lo más mínimo. Respondió lisa y llanamente que allí estaban las cartas, si quería leerlas, y que si no le había enseñado las recibidas durante los dos últimos años, consistía en que precisamente era ese el tiempo corrido desde que ella había caído en la cuenta de que no tenía substancia maldita la retórica de su primo.

Confiesa que yo no podría hacer la dicha de un hombre inteligente y bueno como Muñoz. Confiésalo, por favor. No quieres decirlo, pero te pones colorada. , ya que por lealtad amistosa le has ocultado esto que no puedes dejar de pensar. Pero es preciso decir la verdad alguna vez. La verdad es santa.

No interrumpió la lectura, ni con un suspiro, ni con una exclamación, ni con una queja. Se puso alternativamente colorada y pálida. Mortal palidez prevaleció al cabo. Gruesas lágrimas brotaron de los hermosos y negros ojos de Beatriz y se deslizaron por sus mejillas. El silencio era completo. Se podían contar los latidos violentos del corazón de Beatriz y del corazón de Paco.

Allí hay hermosura y elegancia y trigo por largo, ¡ja, ja, ja!... para tentar las codicias y los buenos gustos de un joven tan distinguido y tan hermoso como mi querido primo carnal... ¡Ja, ja, ja, jaaá!... La canción aquella, por repetida y chabacana, puso colorada a Nieves y supo a rejalgar a su padre.