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El discurso del crítico que condena la zarzuela, despojado de tiquismiquis, es éste: «Tu zarzuela es tonta y chabacana: escribe dramas y no escribas zarzuelas.» A lo que modestamente pudiera contestar el autor: «Si escribiendo zarzuelas, que son más fáciles y tienen menos pretensiones, lo hago mal, ¿qué haré si me pongo a escribir dramas

Sin embargo había pedido, no se sabe si al cielo o al infierno, que desatase su lengua y que le diese habla, y habla no chabacana y grotesca como la que usaba por lo común, sino culta, elegante e idónea para las nobles reflexiones y bellas cosas que ella imaginaba que le convenía expresar.

Pero lo que daba cierto aspecto grandioso al gabinete era el retrato del difunto esposo de doña Lupe, colgado en el sitio presidencial, un cuadrángano al óleo, perverso, que representaba a D. Pedro Manuel de Jáuregui, alias el de los Pavos, vestido de comandante de la Milicia Nacional, con su morrión en una mano y en otra el bastón de mando. Pintura más chabacana no era posible imaginarla.

Allí hay hermosura y elegancia y trigo por largo, ¡ja, ja, ja!... para tentar las codicias y los buenos gustos de un joven tan distinguido y tan hermoso como mi querido primo carnal... ¡Ja, ja, ja, jaaá!... La canción aquella, por repetida y chabacana, puso colorada a Nieves y supo a rejalgar a su padre.

¿Qué es lo que no hacen bien esos hijos de la libertad? repuso Polo. Pero señorita dijo el general , ¿por qué no leéis libros españoles? Porque todo lo español lleva el sello de una estupidez chabacana respondió Eloísa . Estamos en todos los ramos y conceptos en un atraso deplorable.

En la cara del Sur campea, sobre una puerta chabacana, la imagen barroca del santo mártir, retorcida, en actitud más bien danzante que religiosa; en la del Norte, desnuda de ornatos, pobre y vulgar, se alza la torre, de la cual podría creerse que se pone en jarras, soltándole cuatro frescas a la Plaza del Ángel.

La del diente menos, estirándose más y tomando una actitud más que perezosa, chabacana, le dijo entre risas muy descorteses: «Si estuviera aquí la Señora, no pasaría usted esos apurillos, porque con echarse a sus pies y llorarle un poco... Dicen que la Señora consuela a todas las amigas que le van con historias y que tienen maridos tacaños o perdularios.

Ayer me decía con gran amabilidad que esperaba que hoy fuese á su casa á comer de mediodía. ¿Tengo yo la culpa de que la pobre niña sea tan chabacana?... Hoy ha estado cariñosa en extremo conmigo, hasta el punto de que su marido fijase alguna vez con insistencia su mirada en nosotros. Esto ha contenido un poco los ímpetus de la lengua, pronta á dejar escapar mi dulce secreto.