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En la citada lista se hace tambien constar que el número de coristas llegaría á treinta y cinco, que la orquesta la formarían cuarenta y cinco profesores y que el director sería don Silverio López Uria, maestro de música muy conocido en Sevilla entonces y compositor á veces de medianas piezas y zarzuelas, de las que ya nadie se acuerda.

Unos se hacen vecinos y se dedican a coristas endémicos para todas las óperas y zarzuelas que haya que cantar, y otros consiguen un beneficio en que ellos pasan a primeros papeles y, ayudados por varios jóvenes aficionados de la población representan alguna obra de empeño, ganan diez o doce duros y se van a otra provincia a tronar otra vez.

Los había también modernos o modernizados, donde sonaban en el piano los valses de moda o los trozos más notables de las zarzuelas estrenadas en Madrid recientemente, cuando no se cantaba el Vorrei morir, o La stella confidente, u otra de las piezas que los italianos componen para recreo de las familias sensibles de la clase media.

Lo que nunca variaba ni disminuía era la atención del lector, siempre intensa y fija al través de todos los sacudimientos de la materia muscular, como el principio que sobrevive a las revoluciones. Ballester iba y venía, trabajando sin cesar, y cantaba entre dientes estribillos de zarzuelas populares.

Idolatró, luego, en Rubén. También cree en Villaespesa, Rostand y D'Annunzio. Es padre de dos novelas y dos zarzuelas. Laureáronle en copia de certámenes poéticos. Del suelo de la patria que vuestra, sangre encierra hoy brota un himno santo en vuestro augusto honor. ¡Gloria al que abrió los surcos para labrar su tierra! ¡Gloria al que abrió las almas para enseñar su amor!

»La música, reducida primero á la guitarra y al canto de algunas jácaras entonadas por ciegos, admitió ya el artificio de la harmonía, cantándose á tres y á cuatro, y el encanto de la modulación, aplicada á la representación de algunos dramas, que del lugar en que más frecuentemente se oían tomaron el nombre de zarzuelas.

Nos parecen bien como son. Casi no comprendemos la causa de la censura que de ellos se hace. En primer lugar, los bufos son los bufos, y no son el sermón o el jubileo. La madre que anhele conservar el tesoro de candor que hay en el alma de su hija, y hasta acrecentarle, llévela a cualquiera de las muchas iglesias que contiene Madrid, y no la lleve a oír las zarzuelas.

Y cuando no se da algo menos tonto, crean los críticos que es porque no hay nada menos tonto. Si lo hubiera, se daría. Lo que acabamos de decir parece una perogrullada; pero reflexiónese bien y se verá que no lo es. El autor de zarzuelas es siempre autor dramático. Si escribe malas zarzuelas, peores dramas escribirá.

Azorín se ha ruborizado, pero ha convenido interiormente en que algo benévolo debe de ser cuando se apresta a oír la lectura que el viejo va a hacerle de tres zarzuelas suyas, cada una en un acto. Yo dice el viejo vivo solo; esto constituye mi única alegría.

Limitándonos sólo al teatro, Goethe compuso dramas históricos como Egmont, Goetz y Tasso, comedias sentimentales, como Clavijo; comedias aristofánicas; tragedias a la griega como Ifigenia; farsas; algo semejante a lo que llamamos por aquí zarzuelas; comedias satírico-literarias, por el orden de El Café, de Moratin, etc., etc.; pero todo esto lo pensaba, lo escribía, lo abandonaba y quizá lo olvidaba luego, mientras que en el FAUSTO estuvo trabajando toda la vida.