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Actualizado: 12 de junio de 2025
«En la boxiganga van dos mujeres y un muchacho, seis ó siete compañeros, y aún suelen ganar muy buenos disgustos, porque nunca falta un hombre necio, un bravo, un mal sufrido, un porfiado, un tierno, un celoso ni un enamorado; y habiendo cualquiera de estos, no pueden andar seguros, vivir contentos, ni aun tener muchos ducados.
Te conozco me dijo; no temas: vienes a observar el Carnaval en un baile de máscaras, ¡Necio! ven conmigo; do quiera hallarás máscaras, do quiera Carnaval, sin esperar al segundo mes del año. Arrebatome entonces insensible y rápidamente, no sé si sobre algún dragón alado, o vara mágica, o cualquier otro bagaje de esta especie.
-Eso no, Sancho -respondió don Quijote-, que el necio en su casa ni en la ajena sabe nada, a causa que sobre el aumento de la necedad no asienta ningún discreto edificio.
Un adiós bastante indiferente me recordó que aquel día había hecho un favor, y que el tal favor ya había pasado. Acaso había sido yo tan necio como loco mi sobrino. No era mucho decía yo, que un joven los pidiera; ¡pero que los diera un viejo!
Así que, es menester que el que vee la mota en el ojo ajeno, vea la viga en el suyo, porque no se diga por él: "espantóse la muerta de la degollada", y vuestra merced sabe bien que más sabe el necio en su casa que el cuerdo en la ajena.
Tiene al fin la dicha de encontrarlo y de casarse, pero no tarda en desengañarse de su error y en arrepentirse de no haber preferido al necio, puesto que, en vez de dominarlo, tiene siempre que seguir ciegamente su dictamen. Afortunadamente enviuda pronto, y acepta la mano del primer pretendiente.
Sí; ella confundiría el necio orgullo de su abuela; ella subiría por sus propias fuerzas, con la espada de la ley en la mano, a las alturas que le pertenecían. Si su abuela no quería admitirla de grado, ella, ¿qué tal?..., ella echaría a su abuela del trono. Venían días a propósito para esto. ¿No éramos ya todos iguales?
Necio de él, que, en su candorosa necedad, creyó que alguna vez serían recompensados sus trabajos, si no con dinero, ¡sí con estimación y cariño! ¡Pobre tonto que tuvo la esperanza de encontrar allí brillante y risueño porvenir, trabajo para toda la vida, modesto bienestar! Se va.... ¡Quiera Dios que salga de allí con la reputación intacta!
Aquel tour de force de reducir á ojivas, doseletes y columnas los caprichosos giros de una vegetación extravagante, parecióme pueril y necio. Reconozco el artificio, la rareza, la originalidad; pero niego el arte, la poesía, la propiedad, la belleza. Prefiero, pues, la fachada de San Pablo. Pasé por el Ochavo, lugar del suplicio de D. Álvaro de Luna.
Si aquí no hay tales aldeas, señor interrumpió Marijuán, indócil a la mixtificación. Necio, ¿querrás callar? continuó el francmasón . Yo sé lo que me digo, y es que todo el afán de Napoleón, después que vió bajar a los rusos, consistía en tomar aquellas aldeas para apoderarse luego de la loma que tenemos enfrente. ¿No le veis?
Palabra del Dia
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