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Actualizado: 3 de mayo de 2025
Cuando se hubo repuesto un poco, Celesto se atrevió a proponerle una salida nocturna a caza de aventuras galantes por los caseríos comarcanos: el cura no se enteraría de nada: tampoco D.ª Rita: después que todos se hubiesen retirado, él colocaría una escalera de mano debajo de la ventana, y por ella bajaría y subiría sin que alma alguna lo advirtiese. Pero no aceptó la proposición.
Parecía de cristal azulado: una estatua fundida con pasta de espejo de Venecia, que iba á romperse apenas tocase el fondo. Caminaba como un dios de la profundidad, arrancando plantas, persiguiendo con sus manos los relámpagos de bermellón y oro que se ocultaban en las grietas de las peñas. Transcurrían minutos enteros; se iba á quedar para siempre abajo; no subiría.
Ya no paseaba. Con el oído pegado a la cerradura, recogía ávidamente todos los rumores que llegaban de abajo. Y como llegaban demasiado confusos, concluyó por abrir la puerta, avanzar cautelosamente hasta el pasamanos de la escalera y escuchar desde allí, inmóvil, recogiendo el aliento. Había imaginado vagamente que su esposa, una vez sola y libre, subiría hasta su cuarto para hablarle.
Necesitaba encargarle con urgencia una medicina que ya le había preparado otras veces. El chico insinuó que estaba en el casino, que subiría para que la muchacha fuese a avisarle. Elena se opuso. Como la distancia era corta, le suplicó que él mismo fuese y mientras tanto ella quedaría al cuidado de la botica.
Contaba yo tomar otro baño en el foso, llevando conmigo una pequeña escala que me serviría en primer lugar para esperar con relativa comodidad, poniendo la escala contra el muro y apoyando en ella manos y pies mientras estuviese en el agua. Llegada la hora, subiría por la escala al puente y de mí dependería que ni Henzar ni De Gautet lo cruzasen con vida.
Allí, mojando buñuelos en el fangoso líquido de la taza, sentía renacer otra vez sus esperanzas, aunque menos intensas que en el ambiente cálido de la redacción. El sería algo; él subiría alto. Siempre que llenaba el estómago, sentíase animado por una fe ciega en su destino. Y con tales esperanzas, emprendía la caminata hacia los Cuatro Caminos, para reposar en el camastro todavía caliente.
La escalera no es larga, y se subiría bien si no fuese tan oscura.... Tú sí estás cansada. ¿Cuántas veces al día subes? El fenómeno se quedó pensando. Por último, dijo: Unas sesenta veces. Es buena renta, hija. Tres mil escalones diarios. Con poco más al cielo. Romualda no dijo más, y entrando en la casa despertó a Pedro López, que dor mía como un canto.
Tan vehemente encontró el pueblo la alocución del joven ministro, que todos creyeron que Ester pronunciaría el nombre del culpado, ó que bien éste mismo, por elevada ó humilde que fuera su posición, se presentaría movido de interno é irresistible impulso y subiría al tablado donde estaba la infeliz mujer. Ester movió la cabeza en sentido negativo.
Y soy un ladrón, no cabe duda, un ladrón.... Sí, pero ladrón por amor». Esta frase interior también le satisfizo y tranquilizó un poco. «¡Ladrón por amor!». Estaba muy bien pensado. Llegó al portal de la casa del escribano. «¿Subiría?
Como que la boca era un poquitín más estrecha que la de la muerta. Después metió el cobre de las dos pesetas que había cambiado. No había tiempo que perder. Sentía pasos. ¿Subiría ya doña Lupe? No, no era ella; pero pronto vendría y era forzoso despachar. Aquellos cascos, ¿dónde los echaría? He aquí un problema que le puso los pelos de punta al asesino.
Palabra del Dia
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