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Actualizado: 20 de mayo de 2025


La piedad suntuosa y opulenta la había disfrazado con sus tesoros. No había nada en ella del idealismo de las vírgenes pintadas por los artistas cristianos. Más bien parecía un ídolo indostánico recargado de joyas. La falda y el manto se ahuecaban con la ampulosidad de un miriñaque, y sobre las tocas lucía una corona enorme como un morrión, empequeñeciéndole la cara.

Enseñaba a su asustadiza madre un saco guardado a la sombra de un naranjo. ¿Ve usted esto?... Es un quintal de pólvora. Hasta que no lo queme no descanso. Y madó Antonia temía asomarse a las ventanas de su cocina, y las monjas que ocupaban una parte del antiguo palacio mostraban un instante sus tocas blancas, ocultándose inmediatamente como palomas amedrentadas por el continuo tiroteo.

Los personajes principales que ocupan la primera línea de la composición, Infanta, damitas, perro y enanos, están iluminados de frente y de alto a bajo: Velázquez queda algo en sombra: junto al traje obscuro del guardadamas, resaltan el busto gentil y la faz simpática de la dama de las tocas y en el fondo contrastan y se diferencian por su distinta intensidad la luz reflejada en la superficie del espejo y la directa e intensa que penetra por la puerta.

Sin embargo de ello, se dejaban sentir unos lamentos tan tristes, que todo el mundo creyó haber acontecido mayor desgracia; pero tales duelos y lastimerías no eran más que los sollozos de la Bermúdez y los gritos del usurero: de aquélla, por otras tocas que acababa de perder, y de éste, por mirarse roto y manchado en todas las galas.

-Eso tuviera yo por afrenta -respondió la duquesa-, más que cuantas pudieran decirme. Y, hablando con Sancho, le dijo: -Advertid, Sancho amigo, que doña Rodríguez es muy moza, y que aquellas tocas más las trae por autoridad y por la usanza que por los años.

Las blancas tocas y la singular corpulencia denunciaban a doña Alvarez. Cada vez sacaba fuera mayor parte del busto, cobrando confianza. Por fin, chistó quedo, muy quedo, varias veces. Nadie respondía. El postigo cerrose.

Don Francisco Manrique á caso estaba Aquí con su muger; el adversario A media noche en punto se llegaba Al puerto, donde fué muy necesario Un caso, que diré que allí pasaba, Que mechas de sus tocas hicieron Las damas, y en lo alto las pusieron. Doña María Cepeda con Mencia, Su bella hermana, dicen á Manrique, Que mechas encendidas convenia Se muestren, y campana se repique.

A propósito de piano... aunque ya está viejo el alcacer para zampoñas, yo quisiera saber teclear, así... un poco... aunque no fuera más que tocar con un dedo las óperas esas que tocas en la flauta. A Bonis le pareció muy laudable el propósito.

¡Ay! no se parecía mucho a la seductora Miguelina de otros tiempos... Había engordado, había perdido su rostro toda expresión, sus tocas le caían sobre la frente y escondían sus cabellos ya bien canosos. Su vestido de oscuro color, de rectos pliegues, sus ojos medio cerrados, su cara de cera, la expresión reservada y dulzona de su fisonomía, le daban todo el aspecto de una beatucha.

Fotog. Tras este grupo de la Velasco, los enanos y el perro están en pie hablando entre dos personas de la servidumbre; un guardadamas severamente vestido de negro y doña Marcela de Ulloa, señora de honor, con tocas que parecen monjiles.

Palabra del Dia

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