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Actualizado: 15 de junio de 2025


Si hubiera tenido el espíritu sereno, podía comprender que las mujeres gozan interviniendo en las intrigas amorosas y desempeñan su papel con mucha seriedad. Vi que se acercaba al piano y comenzaba a teclear distraídamente. Agitado y convulso, me aproximé también. Prepárese usted a recibir una noticia importante dijo la condesita, sin mirarme y con acento grave y misterioso.

No olvides de darte algunas tareas de piano, que eso de teclear es, a mi modo de ver, cosa fácil y que se aprende con un poco de paciencia.

Para ser feliz, no necesito más que cariño, sosiego y un mediano pasar. Un cuartito al Mediodía con ventanas al campo aunque esté sobre el tejado; una mujercita sana, risueña, que venga a abrirme la puerta; oírla teclear después de comer alguna sonata de Beethoven... y que me dejen libre alguna hora para modelar cualquier muñeco. Estoy solo en el mundo. Apenas he conocido a mi madre.

Pues a lo que la iba. Tumultos de gente vinieron también de fuera de las Cortes, y todas las amigas de casa, y mucha sociedad del buen tono que ya nos trataba.... Hija, no es alabanza; pero ¡cómo cantó este mal demonches de Julieta, y qué manos las suyas para teclear el peano! Le digo a usted que la casa se despampanaba después con el palmoteo. El embajador estaba enfático de entusiasmo.

Aquel marido hipotético, aquel ser abstracto salía a cada momento en la conversación con la misma realidad que si fuera de carne y hueso y estuviera en la habitación contigua. La que comenzaba ahora a teclear en el piano era Emilita, las más musical de las cuatro hermanas. Las otras tres estaban ya en pie, cogidas a la manga de la levita de otros tantos jóvenes; como si dijéramos, en la brecha.

Después de merendar nos fuimos al salón. Elenita se puso a teclear en el piano, antiquísimo, de voces cascadas y metálicas: un verdadero trasto. Temblé que comenzase a cantar alguna de sus romanzas sentimentales, y más cuando vi acercarse al presbítero y decirle algunas palabras al oído; pero no fue así.

Allí enseñaron a Lucía a chapurrear algo el francés y a teclear un poco en el piano; ideas serias, perdone usted por Dios; conocimientos de la sociedad, cero; y como ciencia femenina-ciencia harto más complicada y vasta de lo que piensan los profanos , alguna laborcica tediosa e inútil, amén de fea; cortes de zapatillas de pésimo gusto, pecheras de camisa bordadas, faltriqueras de abalorio... Felizmente el padre Urtazu sembró entre tanta tierra vana unos cuantos granitos de trigo, y la enseñanza religiosa y moral de Lucía fue, aunque sumaria, recta y sólida, cuanto eran fútiles sus estudios de colegio.

Toca Les premieres feuilles du printemps respondió la mamá con una pronunciación que hubiera hecho dar un salto a cualquier parisién. No si me acordaré... ¡Hace tanto tiempo que no toco esa pieza! ¡Mentira! Aquella misma mañana la había tocado dos veces con el profesor. La mamá guardó el secreto. Se puso al cabo a teclear.

Esta se fue a la sala antes de terminar, abrió el piano y comenzó a teclear suavemente: luego llamó a Elena, la hizo sentar a su lado en un diván y comenzó a charlar perdiéndose en un mar de graciosas y menudas confidencias que aún alegraron más a Elena con estarlo ya mucho a causa del champagne. Cuando se hallaban más distraídas vino a interrumpirlas Gustavo Núñez.

A propósito de piano... aunque ya está viejo el alcacer para zampoñas, yo quisiera saber teclear, así... un poco... aunque no fuera más que tocar con un dedo las óperas esas que tocas en la flauta. A Bonis le pareció muy laudable el propósito.

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