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Y no se piense que porque Marcela se puso en aquella libertad y vida tan suelta y de tan poco o de ningún recogimiento, que por eso ha dado indicio, ni por semejas, que venga en menoscabo de su honestidad y recato; antes es tanta y tal la vigilancia con que mira por su honra, que de cuantos la sirven y solicitan ninguno se ha alabado, ni con verdad se podrá alabar, que le haya dado alguna pequeña esperanza de alcanzar su deseo.

Arriba o abajo, el corazón late lo mismo... Allá, en el fondo de su alma, en el rinconcito más oculto, brillaba la esperanza consoladora de que, caída de su pedestal de mujer rica, se acercaba más a los otros, se ponía a su nivel, facilitando así la realización de su magna empresa. Era Dios quien lo había hecho; ¡alabado sea Dios!

Stein no tardó en ser desnudado y metido en la cama. Entre tanto se oían golpes repetidos a la puerta. Ahí está Manuel dijo entonces su mujer . Venga usted conmigo, madre, que no quiero estar sola con él, cuando vea que hemos dado entrada en casa a un hombre sin que él lo sepa. La suegra siguió los pasos de la nuera. ¡Alabado sea Dios!

Este se había levantado, y poniéndose a dar paseos por la habitación con las manos en los bolsillos, expresó sus magnánimos pensamientos de esta manera: «Mi dinidá y sinificancia no me premiten... Es la que se dice: quisiera, pero no pué ser, no pué ser. Si quieren solutamente socorrerme por que me quitan a mi piojín de mi arma, me atengo al honorario». ¡Alabado sea Dios!

Quince años hace que abandonó mi casa dijo el señor Tomás, hecho un pródigo y un libertino. ¡Pero yo mismo era un hombre de pecado!... ¡Oh, amigos en Jesucristo! Un hombre de ira y de rencor. Pero, alabado sea Dios, he huido de mi propia cólera. Cinco años ha que obtuve la paz que supera a la humana comprensión. ¿La tienen ustedes, amigos?

Mi cómplice es Doña Blanca Roldán de Solís. El P. Jacinto se llenó de asombro, abrió los ojos y la boca y se santiguó muy deprisa media docena de veces, soltando estas piadosas interjecciones: ¡Ave María Purísima! ¡Alabado sea el Santísimo Sacramento! ¡Jesús, María y José!

A pesar del respeto, algunos no acertaban a contenerse. Este decía: «¡Viva el saleroAquél: «¡Alabado sea Dios que tan hermosa la ha criadoOtro: «¡Ahí va la gloria vivita!» y así por el estilo. En ocasiones, por último, no faltó quien se propasase a tender la pañosa a modo de alfombra o a tirar el sombrero calañés a sus plantas para que ella le hollara y pisoteara.

Pondré aquí el alabado y la forma de persignarse, como le cantan todos los días, no como le pronuncian, porque si uno lo lleva escrito en la mano, no los podrá entender una palabra, y no como se pueden entender entre Alabado sea el Santísimo Sacramento que está Anauscia Santisime Sacramento naqui ane en el Altar, y también la Virgen Santa María ycu Altar, inta yto Virgen Santa Maria

Yo he creído ver la gloria y esplendor de tus atributos, y te he amado y alabado.... ¿Por qué, pues, no me mostraste con nitidez tu beldad, en la pura idea, allá en lo hondo del pensamiento mío? ¿Por qué esta beldad, reflejo tuyo, ha hecho su aparición deslumbradora, lejos de ti y fuera de , hiriendo lo profundo de mi ser, no de un modo inmediato y espiritual, sino por medio de los sentidos groseros?

De mi hermano no una palabra: ignoro por completo su paradero. ¿A quién dirás que tuve el alegrón de abrazar ayer? A nuestro cartero; al fiel y nunca bien alabado Pateta, que está hecho un veterano. Dos días ha andado perdido por los montes, con otro compañero, después de ser sorprendido y derrotado el destacamento de que formaba parte. Cuentan cosas horribles.