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Este se había levantado, y poniéndose a dar paseos por la habitación con las manos en los bolsillos, expresó sus magnánimos pensamientos de esta manera: «Mi dinidá y sinificancia no me premiten... Es la que se dice: quisiera, pero no pué ser, no pué ser. Si quieren solutamente socorrerme por que me quitan a mi piojín de mi arma, me atengo al honorario». ¡Alabado sea Dios!

La administración del Pardo nada menos. , para usted estaba. Hablaré a mi esposo, el cual reconocerá a Juanín y le reclamará por la justicia, puesto que su madre le ha abandonado. Rafaela cuenta que al oír esto, se desconcertó un tanto Platón. Pero no se dio a partido, y cogiendo en brazos al niño le hizo caricias a su modo: «¿Quién te quiere a ti, churumbé?... ¿A quién quieres , piojín mío?».

«Dile que pero a cuenta que no te vas con ella... ¿sabes?... que no te vas con ella, porque quieres más a tu papá Pepe, piojín..., y que a tu papá le tien que dar la ministración». Volvió el bárbaro a cogerle, y Jacinta se despidió, haciendo propósito firme de volver con el refuerzo de su amiga. «Adiós, adiós, Juanín.

Jacinta examinó al Pituso chico y... cosa rara, volvió a advertir parecido con el gran Pituso. Le miró más, y mientras más le miraba más semejanza. ¡Santo Dios! Llamole, y el señor Izquierdo dijo al niño con cierta aspereza atenuada que en él podía pasar por dulzura: «Anda, piojín, y da un beso a esta señora». El nene, en pie, se resistía a dar un paso hacia adelante.

«Con que no lo olvides... Preséntate en cualquier estudio, y eres un hombre. Con tu piojín a cuestas, serías el San Cristóbal más hermoso que se podría ver. Adiós, adiós...». Más escenas de la vida íntima i Saliendo por los corredores, decía Guillermina a su amiga: «Eres una inocentona... no sabes tratar con esta gente. Déjame a , y estate tranquila, que el Pituso es tuyo. Yo me entiendo.

, hombre, ya lo ; y aquel gran timo que usted nos dio está olvidado... ¡Pues si viera usted qué guapo está el Pituso! ¿De veras? ¡Ay!, ¡probe piojín de mis entrañas! ; se cría perfectamente. Y es tan listo y tan travieso que tiene alborotado todo el asilo. ¡Ay!, cómo se le conoce la santísima sangre de su madre, que revolvía medio mundo. Si tenía aquel chico un talento macho... vamos que...