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Después de preguntarse por la salud y de unas cuantas frases superficiales, Tristán abordó con premura, pero en tono afectadamente sosegado, la magna cuestión que allí le conducía.

Abandonaba su tarea de escoger en los montones de basura y hacía sentar a Maltrana en el mejor mueble de la casa, un banco procedente de un tranvía viejo que había comprado por entero con la ayuda de su camarada el señor Polo: magna empresa para la que juntaron sus capitales. La señora Eusebia no podía ver a Isidro sin lamentar inmediatamente la triste suerte de su hija.

La obra era magna, había costado mucho y preciso era que los autores se cobrasen, presenciando por completo la alegre sorpresa de su madre... Llegó el ansiado día, y ocultando Lilí bajo su capita de pieles el magnífico regalo, entráronse ambos niños a hurtadillas en el estudio de su madre: allí solía venir ella todos los días antes de almorzar, bastante después de las doce, y era la ocasión más a propósito para darle la sorpresa.

No dejo correr mi entusiasmo porque deseo que el lector se emocione por mismo con la sola descripcion. ¿Qué puede decirse de una iglesia que tiene paredes, techo y pavimento, sembrado de preciosos mosáicos en mármol? ¿Qué puede decirse de los ilustres venecianos que comprendieron y ejecutaron obra tan magna?

Arriba o abajo, el corazón late lo mismo... Allá, en el fondo de su alma, en el rinconcito más oculto, brillaba la esperanza consoladora de que, caída de su pedestal de mujer rica, se acercaba más a los otros, se ponía a su nivel, facilitando así la realización de su magna empresa. Era Dios quien lo había hecho; ¡alabado sea Dios!

La duquesa de Bara no le dejó acabar: juzgaba ella imposible hacer tragar a la Villasis la vicepresidencia de Currita, como no fuera cogiéndola de sorpresa, presentando de improviso la candidatura aprobada ya por unanimidad en la junta magna de señoras que había de celebrarse; y aun así y todo, desconfiaba mucho del éxito, porque era María Villasis una quijota impertinente y ridícula, capaz de desairar a Madrid entero si se le ponía entre ceja y ceja el hacerlo.

Apartó la muchacha el botín a un lado, y fue colocando platos de peltre, cubiertos de antigua y maciza plata, un mollete enorme en el centro de la mesa y un jarro de vino proporcionado al pan; luego se dio prisa a revolver y destapar tarteras, y tomó del vasar una sopera magna. De nuevo la increpó airadamente el marqués. ¿Y los perros, vamos a ver? ¿Y los perros?

Y Susana se entristecía, viendo que la reconciliación no era sellada con un abrazo fraternal; allí estaban las dos, hablando de cosas indiferentes, como personas extrañas; ¡y cuánto tenían que decirse, sin embargo! ¿no valía más explicarse de una vez? ¿por qué se mostraba tan intratable la madre, cuando la otra había dado, la primera, el gran paso? ¡Por Dios! cuántas ilusiones se forjara en los breves instantes que la tía Silda estaba en la casa; cuando la descubrió en el vestíbulo, parada, como una evocación; cuando la vió darse la mano con su madre... ¡Era su magna empresa realizada! el Señor la había escuchado, y su corazón latía de amor y de esperanza.

»Cuando los arquitectos inspirados por la fe y pagados por la vanidad humana hayan terminado su obra, ya el sol no podrá hacer brillar la majestad de Dios al través del edificio transformando en horno resplandeciente el abismo que forman los dos sublimes fragmentos de esa magna obra del hombre. »Contemplo el cuadro con el interés de un artista.

Yo soy el vate de inmortal salterio; alma sublime a la emoción nacida, que vuela de hemisferio en hemisferio siempre a los rayos de tu luz asida. No confundas tu sueño con mi sueño, que somos dos materias bien distintas apesar de esta magna afinidad... Eres la Inspiración, mas soy el dueño del ritmo y de las gamas inextintas, ¡y mía es la sublime eternidad! DESPU