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El gran comedor de techo artesonado parecía un ascua de oro. Las flores de vívidos colores, las frutas exóticas, la vajilla de plata, la cristalería, bajo las poderosas lámparas de gas titilaban como el cielo estrellado, producían un fuerte deslumbramiento. Los criados con casaca y peluca blanca, aguardaban inmóviles, pegados a la pared, tiesos y solemnes.

Zonas celestes.= Se ha visto antes de que manera es posible reconocer la curvatura de la Tierra, sea en el mar, sea en los continentes. Veamos ahora cual debe ser el efecto de esta curvatura sobre el aspecto del cielo estrellado. Recordemos que el movimiento diurno se efectúa alrededor de una línea fija, cuya inclinación sobre el horizonte de un punto dado es invariable.

Juan menea la cabeza riendo y se mete en la cama; pero no puede dormirse a causa de las flores que Gertrudis ha puesto a la cabecera y cuyas hojas llegan hasta el borde del lecho. Con los manojos de lilas violáceas se mezclan los narcisos de cáliz estrellado de suave blancura. Se vuelve, después de arrodillarse en la cama, y hunde su rostro en las flores.

Eso mismo pasará a los otros hombres. ¿Qué soy yo mismo separado de esta forma corporal en que me veo, fuera del tiempo y el espacio que llevo en el cerebro? ¿Cuál es mi propia esencia y la esencia del Universo?... No lo . No lo sabré jamás. Los esfuerzos de la filosofía se han estrellado contra este misterio impenetrable. Nadie ha descifrado hasta ahora el gran enigma de la existencia.

Vese obligada su fantasía á crear sólo imágenes obscuras y vagas, ó á congelarse en las yertas alturas de las abstracciones de la razón. O ha de perderse en ideas nebulosas y poco claras, que se confundan entre , ó caer en la aridez y frialdad, igualando la alegoría con el logogrifo. No puede negarse que los autores de autos se hayan estrellado con frecuencia en tales escollos.

Así que nuestro sensato joven se hallaba a más de cien leguas de los tres mil duros de renta de la graciosa heredera cuando creía estar tocándolos ya con la punta de los dedos. Su formalidad jamás desmentida, su elocuencia reposada y serena, sus levitas prolongadas, sus ideas de orden y su jurisprudencia se habían estrellado contra una prevención tan cruel como injustificada.

El demandador, como pudo, dijo que le diesen su cajilla: «Mucho han holgado las ánimas para tener a su cargo mi sustento»; y fuese, en lugar de ir a la puerta, a la ventana, y como vio estrellas, comenzó a llamar a los otros con grandes voces, diciendo que el cielo estaba estrellado a mediodía, y que había un gran eclís. Santiguáronse todos y besaron la tierra.

En las hermosas noches de luna de Agosto, bajo un cielo estrellado, respirando el aire puro del campo, ¡qué gratas resultaban aquellas fiestas de los melonares, y qué grato el regreso con las primeras luces del día, navegando en ligeras barquillas que surcaban las aguas del río tranquilas y serenas y rizadas apenas por las brisas del amanecer...!

Escucha, alma de mi alma la dijo don Juan ; una casita bella, apartada, donde yo vaya á verte de noche; un jardín solitario, donde sólo el firmamento estrellado sea testigo de nuestra dicha; un amor eterno, embellecido por el deseo y por el misterio; hermosos hijos en quienes veas reproducido tu amor; una vida tranquila; sin celos... ¡Sin celos!... ¡Qué amante puede tenerlos de una esposa!

Los únicos que en aquella tertulia pensaban mal de las minas y no ansiaban las reformas, á más del capitán, eran su primo César, el señor de las Matas de Arbín y el párroco D. Prisco. El primero por su espíritu clásico y temperamento dórico, el segundo porque era un gran filósofo. D. Prisco sólo hallaba dos cosas dignas de atención: el cielo estrellado y la brisca. En consecuencia, ó rezando ó jugando: ésta era su vida. Todo lo demás estaba comprendido en dos palabras, las predilectas, quizá las únicas que salían claras de los labios de aquel hombre memorable. ¡Miseria humana!