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Empezaron el viernes al anochecer, y aún estaban los tres en sus silletas de cuerda el domingo por la tarde, jugando la centésima partida de truque, con el jarro de aguardiente sobre la mesilla de cinc, dejando sólo las cartas para tragarse las sabrosas morcillas que daban gran fama al tabernero Copa por lo bien que sabía conservarlas en aceite.

Su imaginación, excitada por la frecuente lectura de novelas de viajes, le había hecho concebir un tipo de marino heroico, atrevido, galanteador, y capaz de tragarse á jarros las bebidas más incendiarias sin pestañear. El quería ser así; todo buen navegante debe beber.

Era orgullosa, se veía burlada en su cualidad de cancerbera de la reina, y se veía obligada á tragarse su orgullo. Retiráos, doña Juana, y decid al duque que yo estoy en el cuarto de su majestad. Que vuelva mañana á la hora del despacho... ó si no... dejadle que espere... acaso tenga que darme cuenta de algo grave... Retiráos... habéis concluído vuestro servicio; la reina se recoge.

Azorado y en voz baja, y mirando a todas partes, como si temiese ver aparecer a los polizontes que invadían el palacio, le dijo: Pero ¿qué es esto?... ¡Habla, hija mía!... Currita se dejó caer en un sofá, cubriéndose el rostro con el pañuelo. ¡Estoy perdida! dijo. El respetable Butrón abrió la boca, como si fuera a tragarse un queso entero.

Entónces, si es torero, ó matón ó campesino, jinete ó cosa parecida, os echa por lo pronto una granizada de interjecciones de á libra, y va sacando la navaja ó arremangándose los puños para decidir la cuestion por la vía ejecutiva. Al oir al andaluz echando bravatas, le creeríais capaz de tragarse la Sierra-Nevada y desquiciar el mundo de un puntapié.

El sacerdote comenzó a murmurar sus oraciones entre aquellos hombres emocionados, con la cabeza baja, puestos los pies sobre un vaso flotante de acero debajo del cual existía una profundidad de varios kilómetros verticales de agua, un mundo de misterio que iba a tragarse como insignificante molécula el despojo humano.

Veía en la densa obscuridad la Galería Víctor Manuel, de Milán, con su inmenso arco triunfal, boca gigantesca que parece querer tragarse la catedral; el Duomo, que se alza a pocos pasos, coronado por un bosque de estatuas y caladas agujas.

Dentro de ese cuerpo vigoroso de rica musculatura de atleta, en el fondo de ese carácter atrabiliario, disputador y pendenciero que amenazaba tragarse la tierra, se escondía un ser enteramente pusilánime. Don Josef era una liebre. El colegio era un vasto edificio bajo, de muros espesos y coloniales, de grandes patios y espaciosa huerta, en la que no faltaban las clásicas higueras de antaño.

El lobo se come al cordero, el milano a la paloma, el pez gordo al pequeño, y hay que dar gracias al rico porque, pudiendo tragarse al mediano, le deja vivir para que pene. Así hablaba Zaratustra. Al recordar Isidro Maltrana su pasado, deteníase en los años de su infancia transcurridos en el Hospicio.

Tienes razón dijo Iriondo con melancolía. ¡Si al menos pudiese ir todos los días al monte con la escopeta, á cazar chimbos!... Pero hay que despachar cinco ó seis barcos por semana. Tu primo quiere tragarse el mundo y todos trabajamos como negros... Además, nos hacemos viejos, Luisillo.