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Los rábanos, berengenas, lechugas y otros manjares por el mismo órden con que se alimentaban los penitentes solitarios, eran poco adecuados para criar mantecas; y aunque algunos tenían un cuervo ú otro caritativo pajarraco que diariamente les llevaba un pan, tampoco medraban mucho, pues el pan seco, más que otra cosa, es mortificación y abstinencia.

Si era verdad que parecía haber absorbido parte considerable de la infinita sustancia que en la tierra existe, también lo es que conservaba mucha ligereza en todo su cuerpo, y que no lo pesaban las mantecas.

Gracias al esfuerzo tenaz, incansable, rabioso de los dos cónyuges, aquello había prosperado lindamente. El tío Pacho se quebraba los riñones cercando y rompiendo terreno comunal para ponerlo en cultivo, plantando avellanos, construyendo almadreñas; la tía Agustina, su mujer, cuidando el ganado, hilando, fabricando quesos y mantecas que llevaba los jueves á vender á la Pola.

Allí estaban las gallineras en sus mesas empavesadas de aves muertas colgando del pico, con la cresta desmayada, y cayéndoles como faldones de dorada casaca las rubias mantecas.

Y Roseta, que ya no era inocente después de su entrada en la fábrica, dejaba correr su imaginación hasta los últimos límites de lo horrible, viéndose asesinada por uno de estos monstruos, con el vientre abierto y rebañado por dentro lo mismo que los niños de que hablaban las leyendas de la huerta, á los cuales unos verdugos misteriosos sacaban las mantecas, confeccionando milagrosos medicamentos para los ricos.

¿Les arcabucearon? No hay órdenes para tanto. El Gobierno es conciliador, o por otro hombre pastelero, y en una mano tiene las disciplinas y en otra el emplasto. Como no soy partidario de andar con mantecas tratándose de esa gente, yo les hubiera dado a todos un poco de tuétano de fusil.

Eso del cántaro no es verdad: es jonjaba que les damos a los payos; mentiras que se tragan, ansí como creen los marditos que robamos a los churumbeles para sacarles las mantecas. No hay cántaro ni na que se le parezca. Algunos, hasta se casan por Roma... Esta, por ejemplo. Y señalaba a su nuera, riendo maliciosamente al recordar los grandes regalos de la boda.

Sus longanizas, morcillas, morcones y embuchados dejaban muy atrás a lo mejor que en este género se condimenta en Extremadura. Y tenía tan hábil mano para todo que hasta cuando derretía las mantecas sacaba los más saladitos y crujientes chicharrones que se han comido nunca.