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Como nuestro hombre es avaro, conviene que se quite usted los guantes para que brillen bien las sortijas, y que se desabroche las solapas para que relumbre la cadena. Don Simón comenzó a obedecer como un recluta, y luego dijo: ¿Y cree usted que será conveniente que yo pronuncie algún discursito? ¿Trae usted alguno bien estudiado?

Era su noche. El discursito cuidadosamente preparado había obtenido un éxito enorme. Las miradas de todas las señoras que podían comprenderle iban hacia él con admiración y gratitud. «¡Qué monada el tal Maltranita!... ¡Qué hombre tan dije!... ¡Qué habilidoso!...» Y él aceptaba con modestia estos elogios formulados por las damas según los términos admirativos de cada país.

El conferencista, que había pasado casi inadvertido durante la travesía, se agigantaba ahora de golpe con este homenaje popular. Muchas señoras que apenas se habían fijado en él, sonreían y lo encontraban «muy distinguido de figura». Un mocetón italiano, representante de una sociedad obrera, saludó al professore con un discursito aprendido de memoria.

¡Y qué chistosamente cursis resultaban siempre aquellos demócratas!... ¿Pues no se les había ocurrido lo primero ir a darle una serenata al interesantísimo don Emilio tocando la Marsellesa?... ¡Ah! ça ira, ça ira, ça ira... Celui que s'élève on l'abaissera. Celui que s'abaisse on l'élèvera. ¡Ah! ça ira, ça ira, ça ira... ¡Qué delicia! exclamó Currita . ¿Y no les echó él un discursito?

Y terminaba por declarar modestamente que él también «aportaría su concurso» inaugurando el concierto con un discursito en honor de las señoras, hermosa pieza de oratoria meliflua que llevaba aprendida de memoria y seguramente iba a afirmar su prestigio ante las nobles matronas. De ésta declaró desbanca Maltranita al abate de las conferencias. Usted lo verá, Ojeda. No; Fernando no pensaba verlo.

Allí mismo espetaba su discursito, ungido de la doctrina moralizadora más ortodoxa, semejante a un fraile que, dominado de la gula y con todos los síntomas de su pasión a la vista, predicara la abstinencia, y se iba en busca del corredor favorito, a darle órdenes.