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Y cuando reparte golpes, son verdaderos palos de ciego que llueven irremisiblemente sobre los inocentes... Pero este dios, como todas las divinidades, tiene una iglesia que piensa por él y administra sus intereses: la iglesia de los grandes millonarios, directores del mundo.

Hace usted mal le dice un mirón . Eso lo que demuestra es la fuerza de la baraja. Ya ve usted si será fuerte el encarnado, que ni a dos puede ganarle el negro. ¿Cuántos encarnados van? pregunta alguien. Cuatro. Es una racha. Hay que aprovecharla... Llueven sobre el encarnado fichas, placas y billetes. Los postores de grandes sumas las hacen asegurar.

Sobre el aparador estaban, aún sucios, los platos que sirvieron para la cena de la víspera; en el centro de la mesa veíase el mantel hecho un rebujo, las migajas sobrantes esparcidas en su derredor, y junto al balcón una canastilla llena de ropa blanca atrasada y sin repasar. En cambio prosiguió el viejo señalando a la pared llueven estampas.

Momentos son estos de grave inquietud y trasiego para los servidores de la farándula: en las terrases de los cafés cosmopolitas del Boulevard, como en los aireados «mentideros» de la calle de Sevilla, por la tarde, y de la Puerta del Sol, á última hora de la noche, las buenas y las malas noticias revuelan como bandada de pájaros sobre bancal de trigo, las discusiones de los descontentos arrecian, y las ofertas de empresarios fantásticos llueven que es bendición para desvanecerse horas después como por ensalmo diabólico.

Lo cual es tan verdad, que no me dejaría mentir ni decir cosa en contrario todo ese enjambre de autorzuelos, a quienes pudiéramos aplicar los tercetos del rey de Artieda: «Como las gotas que en verano llueven, Con el ardor del Sol, dando en el suelo, Se convierten en ranas, y se mueven: Con el calor del gran señor de Delo Se levantan del polvo poetillas Con tanta habilidad, que es un consuelo».

Como las gotas que en verano llueven Con el ardiente sol dando en el suelo, Se transforman en ranas y se mueven, Assí al calor del gran Señor de Delo Se levantan del polvo poetillas Con tanta habilidad que es un consuelo; Y es una de sus grandes maravillas El ver que una comedia escriba un triste Que ayer sacó Minerva de mantillas.

Padre mío, Bien se ve que es enviado De Dios.............. Lucifer comienza entonces á desempeñar su comisión, y pronto toman el aspecto más favorable los negocios de los franciscanos. Las limosnas llueven de todas partes, y al poco tiempo reunen la suma necesaria para edificar con tan piadosos dones un convento nuevo mayor.

Además, los regalos de don Paco llueven sin descampar sobre aquella casa; ya envía un pavo, ya una docena de morcillas, ya fruta, ya parte del chocolate que le regala su merced, hecho por el hombre que viene expresamente desde Córdoba a hacerlo a esta casa.

En medio de ellas atravesó Blasillo la calle hasta que llegó a una enorme verja de hierro detrás de la cual había un viejo de larga y cadavérica cara, cubierto con una especie de gorro amarillo, que encuadraba de una manera extraña su horroroso rostro. BLASILLO. Tarda usted mucho, buen hombre, y ya sabe usted, sin embargo, que las balas llueven sobre los cristianos en esta maldita calle.

Se pasan apuros; pero vamos viviendo. Un día andamos mal y al otro llueven provisiones. Cuando veo la despensa vacía, me echo a la calle, como dicen los revolucionarios, y por la noche ya llevo a casa la libreta para tantas bocas. Y hay días en que no les falta su extraordinario, ¿qué creían ustedes? Hoy les he dado un arroz con leche, que no lo comen mejor los que me oyen.