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Moreno se echó a reír. Su persona tenía tal aire inglés, que quien le viera, tomaríale por uno de esos lores aburridos y millonarios que andan por el mundo sacudiéndose la morriña que les consume. Hasta cuando hablaba desmentía, no por afectación, sino por hábito, su progenie española, porque arrastraba un poco las erres y olvidaba algunos vocablos de los menos usuales.

Todos los productos del país eran naranjas cortezudas, limones y estos olivares, muy hermosos, muy decorativos, pero que producen una aceituna pequeñísima, puntiaguda, toda hueso. ¡Al lado de las nuestras de Andalucía, profesor!... Ahora hay en la Costa Azul millonarios hijos del país, que no han hecho mas que vender los pobres campos de sus abuelos.

En un país organizado para millonarios, el ilustre naviero debiera poder adquirir un gabán de varios millones de pesetas. Hoy no puede adquirirlo, y es que el millonario se encuentra postergado en el mundo. Mientras todos gozamos de la vida en proporción con nuestros recursos, el millonario, no.

A este Goethe se lo puede tragar una tempestad, conforme; pero con su panza de acero y su triple quilla, es como una isla en medio de estos mares que hace menos de un siglo se llevaban lo mismo que plumas a las fragatas y bergantines en que fueron a América los ascendientes de los millonarios actuales.

Pedirle algo, , lo de siempre: que nos escapemos juntos. Nuestras edades no son, si bien se mira, desproporcionadas. Paso de los sesenta, ¿y qué?; estoy ágil y fogoso como un recental. En cuanto a ganarme la vida, ando ya a punto de concluir un drama, que nos hará millonarios; así como suena. Viviremos en Madrid; tiraremos carruaje. ¿Qué pelo de caballo le gusta a usted más?

Pongamos que sólo se gana la mitad; pongamos que sólo es la mitad de la mitad...» Y tras estos cálculos descendentes, que revelaban su odio a toda fantasía, siempre resultaban millonarios. Los más entusiastas y de fe inconmovible eran los que habían estado en América y volvían a ella por segunda o tercera vez.

Era como algunos millonarios del presente, que en sus primeros tiempos de riqueza confiesan con orgullo las miserias de los años juveniles; pero luego, cuando crecen sus hijos y forman dinastía empiezan a avergonzarse de su origen e inventan parientes opulentos y capitales ilusorios con los que iniciaron sus primeras empresas.

Para ellas es el trabajo de los pobres, el poder de los que gobiernan, las hazañas de los soldados, el dinero de los millonarios.

No tendré otro día como éste en mi vida, pero lo habré tenido. ¿Sabéis cuánto daré hoy, Paulina? ¿Cuánto, señor cura? ¡Mil francos! ¡Mil francos! , ahora somos millonarios; poseemos todos los tesoros de la América, ¿y me pondría a hacer economías? Hoy no, no tengo derecho a ello. Dicha la misa, a las nueve, salió y hubo una verdadera lluvia de oro a su paso.

Eran dos millonarios en capullo. Zarapicos decía a Gonzalete: «Verás, verás cómo semús cualquier cosa». Antes de llegar a las altas posiciones comerciales tenían que pasar por humillante aprendizaje y penoso noviciado. ¡Recoger colillas! Ved aquí un empleo bastante pingüe.