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Conocía los procedimientos usuales en la huerta. Para aquella tierra no se había hecho la justicia de la ciudad; el presidio era poca cosa tratándose de satisfacer un resentimiento. ¿Para qué necesitaba un hombre jueces ni Guardia civil, teniendo buen ojo y una escopeta en su barraca? Las cosas de los hombres deben resolverlas los hombres mismos.

Después de esto no le habló más que de sus recuadros, cuya grandiosa composición admiraba, arriesgando algunas ligeras críticas de detalle, que el artista admitió algunas veces, discutió otras con su bondad y modestia usuales; una media hora transcurrió en esta conversación, en la cual la mujer del pintor apenas tomó parte, continuando con taciturno aire, inclinada su cabeza de diosa, la labor de tapicería que la ocupaba, tal cual fugaz palabra de vez en cuando dicha, tal cual veloz mirada rebosando de sombras lanzada sobre el rostro del hombre que se iba.

Ya es usted diputado. Y así fué. Verificadas las elecciones, y mientras se verificaban, se habló mucho de palizas, de urnas suplantadas, de electores presos, de muertos que votaban, y aun de algunos vivos que por votar murieron; de casas que ardían, y de otros recursos tan usuales y lícitos como éstos, empleados en beneficio de la candidatura de don Simón; pero lo cierto es que a éste se le proclamó diputado electo por el distrito, y se le entregó un acta que así lo declaraba, limpia como el oro.

El criado de cabellos grises que me recibió á la llegada, y que se llama Alain, me esperaba en el vestíbulo para decirme de parte de la señora Laroque que no tenía tiempo de pasar á mi alojamiento antes de comer, y que me hallaba bien como estaba. En el momento mismo en que entraba al salón, una sociedad de unas veinte personas salía para el comedor con las ceremonias usuales.

Era un gabinete espacioso, con balcón a la calle, suntuosamente decorado. Había la misma variedad de muebles antiguos y modernos. Los primeros, existentes tal vez en la casa; los segundas, recientemente comprados. Advertíase, en la riqueza y refinamiento de los objetos usuales y en el desorden que reinaba, que era la habitación de un hombre con instintos de gran señor y carácter desarreglado.

Fué enterrado Lope en la iglesia de San Sebastián, donde reposaron pacíficamente sus restos hasta que a fines del siglo XVIII o principios del XIX, en una de las usuales mondas, fueron arrumbados no se sabe dónde.

En lo antiguo, solía ser uno de los más usuales modos de adquirir riqueza el despojar a los vecinos por medio de la guerra. En el día de hoy, si bien estos despojos, estos robos violentos siguen haciéndose, no se hacen en tan grande escala. Las costumbres más suaves no lo consienten. La guerra, además, este modo de despojar violentamente una nación a otra, se ha hecho harto costosa.

Un libro destinado á despertar la inteligencia y el amor á la lectura en una poblacion casi primitiva, á servir de provechoso recreo, despues de las fatigosas tareas, á millares de personas que jamás han leido, debe ajustarse estrictamente á los usos y costumbres de esos mismos lectores, rendir sus ideas é interpretar sus sentimientos en su mismo lenguage, en sus frases mas usuales, en su forma mas general, aunque sea incorrecta; con sus imágenes de mayor relieve, y con sus giros mas característicos, á fin de que el libro se identifique con ellos de una manera tan estrecha é intima, que su lectura no sea sino una continuacion natural de su existencia.

Aunque los curas se reciben de las iglesias y sus alhajas, quien corre con ellas, las cuida y guarda, son los indios sacristanes, de modo que en algunos pueblos es tanto el descuido de los curas que ni saben lo que hay, ni dónde están las cosas, aun las más preciosas y usuales.

Precisamente comenzó la escena por ahí; es decir, por manifestarme Pepe Guzmán su convencimiento de que el lenguaje, como expresión de afectos íntimos y delicados, que tienen su principal incentivo en el fulgor de una mirada o en el contacto sutil de dos epidermis, estaba todavía sin hacer; tanto, que, en su concepto, hablar de lo que íbamos a hablar nosotros con los términos usuales del diccionario vulgar, era como empeñarse en tejer hilillos del rocío con palitroques sin pulir.