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Acostumbrada á ver en los salones de su casa á muchos hombres que habían empezado su carrera siendo pobres y ahora eran millonarios, se imaginó que esta era inevitablemente la historia de todos los humanos y que á Edwin le llegaría su turno. Pero la madre velaba, y cortó con una enérgica resolución esta rebeldía mansa. La señora y la señorita Haynes desaparecieron de su hotel.

Y cuando reparte golpes, son verdaderos palos de ciego que llueven irremisiblemente sobre los inocentes... Pero este dios, como todas las divinidades, tiene una iglesia que piensa por él y administra sus intereses: la iglesia de los grandes millonarios, directores del mundo.

Y ese dios tiene sus apóstoles: el centenar de grandes millonarios y capitanes de industria esparcidos por el mundo, ministros de un poder misterioso, que permanecen en la sombra, como si la grandeza de su misión les impusiese el incógnito; hombres cuyos apellidos conoce la tierra entera, igual que los de los reyes, pero a los cuales muy pocos han visto en persona, pues rehuyen la publicidad.

Ha llegado la hora de las grandes reivindicaciones. La sociedad tendrá que dejarles un puesto a los millonarios, y si no lo hace, yo, millonario, dimitiría. Cuando un hombre, en Bilbao, dice que necesita vagonetas, esto no significa necesariamente que ese hombre necesite vagonetas. A lo sumo, las vagonetas las necesita un amigo de un amigo de un amigo suyo.

Sería más rico que , más rico que todos los millonarios del mundo... Y no soy mas que un mendigo bien trajeado. ¡Ira de Dios! ¿Por qué no guardaron mis abuelos sus tierras, en vez de dedicarse á servir al rey ó al pueblo? ¿Por qué no hicieron lo que cualquier patán que conserva religiosamente lo que le entregaron sus antecesores?...

Después de todo ¿no podía él intentar lo que otros realizaban? ¿Tan aventurado sería el imitar su ejemplo? Acaso sus terrores eran iguales á los de los que en otro tiempo hacían testamento antes de montar en el tren. El progreso, pensaba, lo ha simplificado y facilitado todo. Los viajes por mar eran partidas de placer reservadas solamente á los millonarios célebres por su lujo y su confort.

Nadie se cuida de los millonarios, y helos ahí teniendo que fundar escuelas y hospitales y que distribuir su dinero en obras de beneficencia. ¡Pobres millonarios! Hasta hace poco, su desamparo se explicaba por su rareza. Los millonarios eran escasísimos y no podían imponerse. Pero las cosas han cambiado, y hoy, en Bilbao, ¿quién no está ya en el tercero o cuarto millón?

El no había hecho hasta entonces mas que jugar, pasar la existencia dulcemente al lado de aquella señora que era una santa. Tres mil pesetas son un capitalito; con menos comenzaron otros y llegaron a millonarios. Podría terminar su carrera y ser hombre de provecho. Toda la vida de antes ha sido un sueño, no lo olvide usted continuó el orador . Y no hay que soñar, joven. Hay que ser práctico.

No dejaba de frecuentar las casas honradas, conversaba con las viudas, bailaba con las solteras y tocaba en ocasiones el piano de una manera aceptable; no hablaba, en fin, de caballos a la moda. Estos méritos, bastante raros por cierto entre los jóvenes millonarios del faubourg, le concillaban la benevolencia de las damas.

Pues yo he dado ya calabazas a dos. ¿Por qué motivos? Porque no eran millonarios. Quiero tener un marido rico. ¿Y ? Yo desearía que el mío fuese joven y tuviera talento. ¡Bah! Todo el mundo tiene talento. En cuanto a , me gustaría que fuese ministro... para que me llevara a palacio. ¿Y con eso te contentas? Ya lo creo. Cada día estrenaría un nuevo traje, a cual más precioso.