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Actualizado: 29 de junio de 2025
Sentía desde su juventud, imperiosa necesidad de ser galante con las damas, frecuentar su trato y hacerlas objeto de madrigales tan inocentes en la intención, cuanto llenos de picardía y pimienta en el concepto.
Mientras don Mariano se desvelaba recordando las gracias y donaires de Coca, Coca conversaba largamente con Laura sobre don Mariano. Las dos hermanas dormían en la misma habitación desde que muriera su madre. Y, una vez apagadas las luces, antes de dormirse, aprovechaban ese momento de silencio e intimidad para hacerse sus inocentes confidencias y comunicarse sus temores y esperanzas.
Los verdaderos anarquistas están ahora en lo alto decía con risa irónica . Todos los que nos asustaban antes eran unos infelices... En un segundo matan los de nuestra época más inocentes que los otros en treinta años.
El escribano de la comisión requirió por tres veces a Bracamonte que hiciera confesión abierta del crimen. Ramiro oyole decir que don Enrique Dávila y el licenciado Daza eran inocentes y que sólo él era culpable. El escribano exigió que lo jurase. Entonces escuchose una voz entera que repuso: No me sigáis predicando, que no diré más.
Simoun desapareció, seguido de una multitud de admiradores. En aquel momento supremo su buen corazon triunfó, olvidó sus odios, olvidóse de Julî, quiso salvar á los inocentes y decidido, suceda lo que suceda, atravesó la calle y quiso entrar.
La sociedad se recreaba con lo que se habían recreado sus padres y sus abuelos, y con lo que pensaban que se recrearían sus hijos. ¡Inocentes! Había allí un espíritu, sin embargo, que no merecía este calificativo.
Si hago de delincuente, me haré el perseguido, porque en el teatro todos los reos son inocentes. Muy bien.
Allí explica el ingenioso, sutil y elocuente Pedro Bembo cómo se complace y cuánto goza el amante en la contemplación de la mujer amada, viéndola, oyéndola y hasta mereciendo de ella ciertos delicados e inocentes favores, entre los cuales pone el de abandonar por largo rato en las manos de él las manos de ella, y hasta el de dar y recibir, con mero contentamiento espiritual y sin sensualidad alguna, besos en la boca, a fin de que allí acudan las almas y se unan y compenetren, como cuentan que le sucedió a Platón con su amiga, que hubo de ser la linda Arqueanasa.
Notado todo esto por Clara y D. Carlos, daba ocasión á bromas inocentes, pero que turbaban algo al Comendador y que ponían á Lucía colorada como la grana. Los novios hablaban á Lucía con cierto retintín de su excesivo amor á la ciencia.
Las chicas no eran malas, pero eran jovenzuelas, y ni Cristo Padre podía evitar los atisbos por el único balcón de la casa o por la ventanucha que daba al callejón de San Cristóbal. Empezaban a entrar en la casa cartitas, y a desarrollarse esas intrigüelas inocentes que son juegos de amor, ya que no el amor mismo.
Palabra del Dia
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