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El fin de éste es la edad misma; una posición social nueva, un empleo distinguido, una boda ventajosa, ponen término honroso a sus inocentes travesuras.

Le respondí que, en efecto, nada me hace más sensible la presencia de Dios que las inocentes bellezas de la Naturaleza. Entonces, ¿por qué le gusta a usted tanto ir a las iglesias? Porque allí es donde se realizan los misterios. Me miró con una especie de asombro y no insistió.

Muchos reían de los chistes con que el mayordomo había salpicado el programa, gracias inocentes, de una pesadez abrumadora, que parecían guardadas en el almacén del buque con las flores de trapo, las banderas y los escudos de cartón, para resurgir a fecha fija en todos los viajes. Ojeda, al salir a la cubierta, se vio detenido por la sonrisa de Mrs.

El Asistente de Sevilla en 1621 era el conde de Peñaranda, el cual dió pruebas de ser hombre de carácter tal, que lo retrata el siguiente hecho, rigurosamente histórico: Varios muchachos de esta ciudad se encontraban reunidos entregándose á diversos juegos, con frecuencia inocentes pero cayeron cierto día en uno que ya no lo era tanto y fué decir que estaban formando cierta conjura para á uno de ellos proclamarlo rey, como si esto fuera cosa que en sus manos estuviese.

Lo que al presente, amigos, más me agrada, Es que primero que en la corte entremos, Al reino demos una rociada; Y en los lugares cortos recitemos Lo que esta niña fuere decorando: Que quando allí perdamos, no perdemos; Antes de cierto que irá ganando Desde allí nueva fama, y qual vexiga, A soplos de inocentes ensanchando.

Sosiégate, hija, y no temas, la contestó el cura. Todas esas son tretas de que se valen los hombres para perder á las inocentes como . «Obra bien... ¡Que Dios es DiosAl tercer domingo, la pobre joven se mostró más afligida y atemorizada que nunca; la obstinación del guarda, su vehemencia y sus amenazas, la hacían temer una desgracia si le exasperaba más con sus negativas.

Y concluidas las misas, se iban por la calle Mayor adelante en busca de emociones puras, inocentes, logradas con la oficiosidad amable del uno y el dinero copioso de la otra. No siempre se ocupaban de cosas de comer. Repetidas veces llevó Estupiñá cuentos como este: «Señora, señora, no deje de ver las cretonas que han recibido los chicos de Sobrino... ¡Qué divinidad!».

¡Á pedricar al limbo, tiña, que está lleno de inocentes! decía á los catequistas que se atrevían á hablarle ... desde lejos. ¡Pero á !... Yo ya que si quiero comer tengo que jalar del remo y jugarme la vida en la mar seis veces á la semana.... ¡Allí sus quisiera yo ver, tiña!

Al arrancar la berlina, soltó al fin Margarita la risa, exclamando entre inocentes carcajadas: ¿Pero qué haría en el salón aquella chocolatera?... ¿Pues no te lo he dicho? replicó la Albornoz haciendo coro a las risas de la niña . De seguro que la manda a la kermesse como un bibelot nunca visto; verás cómo no me equivoco.

No pasó así con los niños, lavados con las saludables aguas del santo bautismo, cuyos cuerpecitos quedaron blancos y hermosos como si aun á ellos se les hubiese comunicado el candor de sus inocentes almas. El primero que cayó en las manos de la divina justicia, fué aquel ministro diabólico, que incitó á los suyos á poner por obra lo que su dios le había inspirado.