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Monumento á Peñaranda. La iglesia. El Gogong y el Ligñion La raza bicol. Estadística. La provincia de Albay se encuentra situada en el extremo S. de la isla de Luzón; palabra cuya raíz es Lúsong, nombre con que se conoce el mortero en donde descascarilla el indio el palay; antiguamente el lúsong no solo era un utensilio doméstico, si que también un instrumento de guerra.

Allí va el Conde de Garcíes, Quesada y andaluz gallardo, el Marqués de Velmar , el Marqués de Tarazona, Conde de Ayala, Toledo y Fonseca, el Conde de Santisteban y Cocentaina y el Conde de Cifuentes, divinos ingenios; el Conde de la Calzada, y tras él, el Duque de Peñaranda, Sandoval y Zúñiga.

Frente á la Casa Real hay un hermoso y espacioso jardín en cuyo centro se alza un sencillo monumento dedicado á la memoria del Gobernador D. José María Peñaranda. La iglesia es de una sola nave, y tanto su construcción como cuanto contiene, es muy pobre. Su administración corre á cargo de un clérigo indígena.

Enterado el conde de Peñaranda del caso, lo tomó tan á pechos, que encausó á los jóvenes imberbes, haciendo que contra ellos se formase un proceso formal, nada menos que como perturbadores de la tranquilidad del reino.

Los que atraviesan en aquel coche agora son el Marqués de Jódar y el Conde de Peñaranda, del Consejo Real de Castilla, ambos Simancas de la jurispericia como de la nobleza. ¿Quién son aquellos dos mozos que van juntos preguntó Rufina , de una misma edad, al parecer, y que llevan llaves doradas?

Nació en Sevilla el 7 de Abril de 1849 y murió en Madrid, 19 Noviembre 1908. En su ciudad natal publicó, muy joven, su primer libro. Luego varios en Madrid, prologado por Víctor Hugo el rotulado Cantos del pueblo. Por entonces alcanzó Peñaranda mucha boga en la corte como poeta. En Manila estampó cuatro libros: Prosa, Más prosa, Poesías selectas y Por la Patria.

Los candelabros de plata... el peligro de que su marido descubriese pronto que habían hecho un viaje a Peñaranda de Bracamonte... el medio de evitar esto... el señor de Pez, su ideal... ¡Oh, qué hombre tan extraordinario y fascinador! ¡Qué elevación de miras, qué superioridad!... Con decir que era capaz, si le dejaban, de organizar un sistema administrativo con ochenta y cuatro Direcciones generales, está dicho lo que podía dar de aquella soberana cabeza... ¡Y qué finura y distinción de modales, qué generosidad caballeresca!... Seguramente, si ella se veía en cualquier ahogo, acudiría Pez a auxiliarla con aquella delicadeza galante que Bringas no conocía ni había mostrado jamás en ningún tiempo, ni aun cuando fue su pretendiente, ni en los días de la luna de miel, pasados en Navalcarnero... ¡Qué tinte tan ordinario había tenido siempre su vida toda!

Hospedose en casa de Fonseca, y, ya como muestra de habilidad, prueba de gratitud o acaso ardid entre ambos convenido para que se le conociera pronto, le hizo Velázquez un retrato. «Llevolo a Palacio aquella noche dice Pacheco un hijo del Conde de Peñaranda, camarero del Infante Cardenal , y en una hora lo vieron todos los de Palacio, los Infantes y el Rey, que fue la mayor calificación que tuvo.

El Asistente de Sevilla en 1621 era el conde de Peñaranda, el cual dió pruebas de ser hombre de carácter tal, que lo retrata el siguiente hecho, rigurosamente histórico: Varios muchachos de esta ciudad se encontraban reunidos entregándose á diversos juegos, con frecuencia inocentes pero cayeron cierto día en uno que ya no lo era tanto y fué decir que estaban formando cierta conjura para á uno de ellos proclamarlo rey, como si esto fuera cosa que en sus manos estuviese.

Pero esto no basta, y yo tendría mucho gusto en señalarle una cantidad, por ejemplo, una peseta diaria. ¿Qué dices? Digo que si empezamos con esas bromas, señora Doña Paca, pronto volveremos a Peñaranda. No, no: una peseta es una peseta... Bastante tiene la Nina con dos reales. Así lo he pensado, y si usted dispone otra cosa, yo me lavo las manos.