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Entonces el beso de esas mujeres materiales me quemaba como un hierro candente, y las apartaba de con disgusto, con horror, hasta con asco; porque entonces, como ahora, necesitaba un soplo de brisa del mar para mi frente calurosa, beber hielo y besar nieve... nieve teñida de suave luz, nieve coloreada por un dorado rayo de sol... una mujer blanca, hermosa y fría, como esa mujer de piedra que parece incitarme con su fantástica hermosura, que parece que oscila al compás de la llama, y me provoca entreabriendo sus labios y ofreciéndome un tesoro de amor... ¡Oh!... ... un beso... sólo un beso tuyo podrá calmar el ardor que me consume.

El montón de ramas con que la tapamos debía estar aquí, y no lo veo. ¿Será posible? exclamó Van-Stael palideciendo. Adelantóse; examinó con gran atención el lugar en que se encontraban, entreabriendo las malezas, y acabó lanzando una exclamación de ira. ¡Infames! ¿La han robado? preguntaron acercándose Hans, Cornelio y Van-Horn.

Si se hubiera tratado de otro marido, ¡bah! la caridad es más difícil á veces de lo que parece. ¡Pero qué rey... señor! ¡qué rey! De repente Quevedo se detuvo y escuchó con atención. Había oído un siseo. El siseo volvió á repetirse. De aquella reja sale, y nadie hay presente más que yo. Llámanme, pues: acudo. ¿Es á ? por cierto contestó la condesa de Lemos, entreabriendo la reja.

Solía Leonor despertarse cuando su madre estaba contemplándola de esta manera; y entreabriendo dichosamente los ojos amantes y atrayéndola a con sus brazos, se dormía otra vez, con la cabeza de su madre entre ellos; de su madre que apenas dormía.

Qué decepción y quizás también qué indignación se manifestó al saber que Silas Marner, interrogado por el squire y el pastor, había respondido que no había conservado ningún recuerdo del buhonero, salvo que éste se había allegado a su choza, pero sin entrar en ella. Se había alejado inmediatamente, cuando Silas, entreabriendo la puerta, le dijo que no necesitaba nada.

Si las historias o cuentos que se relatan son por lo prodigioso y de maravillas, y la hermosa desmayada da alguna señal de admiración, o si por lo trágico y lastimoso la arrancan alguna lágrima, o siendo de donaires y chistes mueven la celestial sonrisa de Híala; Híala está salvada, y poco a poco volverá en dando un leve suspiro y entreabriendo sus ojos de paloma.

Desde allí, haciéndose el dormido, observaba entreabriendo un ojo al papá de su dueño; si le veía acercarse para seguir mirándole, se levantaba acto continuo y salía de la habitación de malísimo humor.

Este fenómeno desapareció con el restallido del fósforo y la instantánea presencia de la luz alumbrando la estancia. Los ojos del joven se esparcieron ansiosos por ella, y viendo a su mujer acostada, dijo: «¡Ah!... estás ahí... ¡qué bien haces el papel!». Para evitar cuestiones tan a deshora, la esposa fingió que dormía. Pero entreabriendo los ojos le vio encender la vela.

Pero como aquí observó Nucha, formulando sencillamente una observación histórico-filosófica de bastante alcance no ve uno sino las atrocidades de los señores de otro tiempo..., parece que son las únicas que le dan en qué pensar.... ¿Por qué serán tan malos cristianos los hombres? añadió entreabriendo los labios con cándido asombro.

Corrió silenciosamente la puerta, y entre la multitud de pequeños rumores y crujidos de la desierta casa, se le figuró oír una voz débil que cantaba en el piso de arriba. Recordó que éste no era más que un desván utilizado para cuarto de trastos viejos. Casi avergonzada de su acción, subió furtivamente las escaleras, y entreabriendo la puerta, miró hacia adentro.