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Claro; no estudia, no lee, no cultiva su espíritu y... Y la segunda... La segunda razón es la que más me hiere. El hombre... El ciprés. Bueno. El rey de los cipreses no puso cautela ni parsimonia en sus insinuaciones, porque creía... así me pareció a ... que me hacía un honor ofreciéndome su amor. Y así es, hijita; se trata del rey nada menos, de Nuezvana I...

Por otra parte, la sola idea de recorrer la América bajo tan lisonjeros auspicios me alhagaba sobremanera, y encendia mi ardiente imaginacion, ofreciéndome de antemano mil cuadros á cuales mas seductores.

El rostro de Castro Pérez cambió de expresión. Vamos, joven, murmuró levantándose, y ofreciéndome un asiento, aquí tiene usted una silla. Mi hombre volvió a su poltrona, y luego, por sobre los anteojos, me miró de pies a cabeza. ¿Qué se ofrece? ¡Ah! ¡Ya recuerdo! ¿Es usted el joven que desea entrar de amanuense en esta casa? , señor. Pues bien.... Veremos, veremos si es usted útil.

Pues en cuanto bajé del caballo vi aparecer al «ñato», a otro individuo que parecía peón, a una señora de buen aspecto y alguien más... no me acuerdo... que me miraron desde una distancia y se alejaron en seguida, en momentos en que la «Pampita» me tendía la mano y me saludaba como a un viejo amigo, ofreciéndome asiento.

Tres veces fuí á Suiza, Miguel... Hasta propuse en París que me diesen los medios de pasar á Alemania, ofreciéndome como espía, pero se rieron de ... Tenían razón: ¡qué iba á espiar yo! Mi hijo... lo que yo quería era ver á mi hijo. En Suiza encontré dos inválidos que acababan de ser canjeados y procedían del campo en que estaba mi Jorge. Conocían al aviador Bachellery.

Aparentaron no conocerme, e inmediatamente se pusieron a tomarme declaración; ofreciéndome antes algunos merengues con objeto, según decían, de que tuviese la voz más clara.

En seguida me propuso que nos tratásemos de , pero después de aceptado se volvió atrás ofreciéndome que yo la tratase de y ella siguiese con el V. No quise conformarme. Pues mire V., yo no puedo hablarle de ; me da mucha vergüenza... Pero, en fin, vamos a ensayar.

Siga lo que iba contando: después sabremos lo que hace el señor Pascual dijo Lázaro, impaciente por las digresiones de la criada. Pues decía que el melitarito, ofreciéndome dinero, quería colarse aquí. ¿Y entró?... Espere usted y seguiré contando. No pasaba de la esquina, y el amo le alcanzó á ver algunas veces. Porque el amo, aunque parece que no ve nada, lo oserva todo. Y ella, ¿qué decía?

Entonces el beso de esas mujeres materiales me quemaba como un hierro candente, y las apartaba de con disgusto, con horror, hasta con asco; porque entonces, como ahora, necesitaba un soplo de brisa del mar para mi frente calurosa, beber hielo y besar nieve... nieve teñida de suave luz, nieve coloreada por un dorado rayo de sol... una mujer blanca, hermosa y fría, como esa mujer de piedra que parece incitarme con su fantástica hermosura, que parece que oscila al compás de la llama, y me provoca entreabriendo sus labios y ofreciéndome un tesoro de amor... ¡Oh!... ... un beso... sólo un beso tuyo podrá calmar el ardor que me consume.

Aparentaron no conocerme, e inmediatamente se pusieron a tomarme declaración, ofreciéndome antes algunos merengues con objeto, según decían, de que tuviese la voz más clara.