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Actualizado: 2 de mayo de 2025


¿Quién es esa? preguntó la mujer de Reyes. Bonifacio, viendo que Nepomuceno no se daba por interrogado, dijo, no sin tragar antes saliva: Es la Reina, que viene desaladamente al saber que el Infante.... No; si no pregunto eso interrumpió su mujer, volviéndose a mirar a Bonis, que estaba detrás de ella en la penumbra . Digo si es esa la tiple. Creo... que . , justo, la protagonista....

Cuando dos tandilenses se encontraban en la calle, en el club, en los negocios, en cualquier parte, la pregunta de rigor era ésta: ¿Y qué piensa usted de la Cuestión? El interrogado contestaba, si era perecista, que se trataba de una perversa intriga; si antiperecista, que el ejército nacional debía depurarse de sus malos elementos...

El interrogado, sin dejar de hacer garabatos, miró de reojo á todos los circunstantes; fijóse en el alcalde, que inclinado sobre la mesa enseñaba unos dientes tan grandes como habas cochineras, ansiando la respuesta del viejo, y después de arreglar la chaqueta sobre los hombros, contestó muy pausadamente: ¿Conque ... qué digo yo de esto, eh?... Pues digo que.... ¡Jummma!...

El público sensato se mostraba descontento, los alabarderos aplaudian más furiosamente á medida que perdian la esperanza de vencer en aquella jornada, y su jefe, harto ya de oir los dicterios que contra la pieza proferia el más procaz de los habitantes del nido, encaróse con él, y díjole: «¿Cuántos años tiene usted, caballerito?» «Quince, para servir á ustedcontestó el interrogado con un aire que desmentia lo compuesto de las palabras. «Y ¿no le gusta á usted esta obratornó á preguntar el jefe de alabarderos. «, señortornó á contestar aquél, y añadió acto contínuo: «Y á usted ¿le agrada?» «A me parece una obra muy aceptablerepuso el imprudente amigo de la empresa.

Interrogado tan directamente el Comendador, tuvo al cabo que romper el silencio; pero respondió con laconismo: Mala es, en verdad, la situación; pero, ¿quién sabe? Todo tiene remedio menos la muerte.

Comí solitariamente en mi torre, servido como de costumbre por el viejo Alain, instruído sin duda por los rumores de antecámara de lo que había pasado, pues no cesó de clavarme miradas insinuantes, arrojando por intervalos profundos suspiros y observando contra su costumbre un taciturno silencio. Sólo interrogado por , me hizo saber que las señoras habían decidido no ir al baile aquella noche.

¡Ya lo creo! repuso el joven que había interrogado, arreglándose con una mano la corbata y dirigiendo con la otra el lente a lady Inggerton. ¡Eh! me parece, caballero, que mira hacia este lado. Se equivoca usted contestó el extranjero. No, por cierto... estoy seguro... me refiero a este joven...

Ford, el secretario del muerto, hombre joven, como de treinta años, alto, atlético, completamente afeitado, asomó la cabeza, pero como nos encontrara conversando, se retiró en el acto. La señora Percival ya lo había interrogado, pero ignoraba completamente para dónde había partido Mabel.

No qué me hizo más impresión, si la noticia en misma o la manera cómo la recibí. En 1870, al subir a bordo el práctico que debía introducirnos en el puerto de Southampton, nos dijo, al ser interrogado sobre las novedades: «Carlos Dickens ha muerto». A mi regreso, en 1871, supe también por un práctico, en un puerto de tránsito, la muerte de Alejandro Dumas.

Interrogado por él sobre la naturaleza de este negocio, le había dicho: Yo soy empleado municipal, y puedo sacar con facilidad el corte de todo el sauzal de Palermo. Pagan veinte centavos por cada árbol y dejan éste a beneficio del contratista; pero hay que dar una garantía de dos mil nacionales y yo no los tengo.

Palabra del Dia

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