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Esta situacion, sin embargo, es precaria y mucho, porque si por algun accidente político de guerra ó de variacion de comercio en las respectivas naciones europeas, ó bien por escasez en las cosechas de Filipinas, llegasen á cesar ó disminuirse las importaciones estranjeras de moneda á Manila, precisada esta plaza á hacer frecuentes remesas de ella á la China y á la India para socorrerse de artículos necesarios á su consumo, vendria con el tiempo á agotar todo su numerario, y arruinar no solo su comercio esterior, sino aun el interior, por las graves dificultades que allí ofrece el establecimiento de un crédito público.

Los de fuera, encerrados en jaulas y enormes pajareras construídas al efecto, exigían algunos servidores para procurarles la adecuada alimentación y hacerles la limpieza. Después, la nostalgia causaba en ellos grandes claros, que se llenaban encargando a París y Londres nuevas y costosas remesas. Lo mismo pasaba con los vegetales.

Si de los cuatro siglos que hace que poseemos á Cuba hubiéramos sacado de ella y enviado á España durante cuarenta años siquiera, á diez años por siglo, la mitad no más de lo que anualmente robamos á Cuba, ó sean veinticinco millones de pesos fuertes y esto sin contar las remesas misteriosas é infinitas que hacen los peninsulares, tendríamos que, en poco tiempo, habrían ingresado de Cuba en España nada menos que mil millones de pesos fuertes. ¿En qué Pozo Airón, en qué sumidero, en qué insondable abismo ha venido á precipitarse y á hundirse este Misisipí, este Amazonas de oro? ¿Dónde están los palacios, las soberbias quintas, los hadados jardines, el lujo sardanapálico y los sibaríticos deleites de los peninsulares que trajeron de Cuba todo ese dinero? ¿Dónde están los templos, los obeliscos y las pirámides que hemos levantado con el áureo vellocino de nuestra Colcos?

Además, hay que tener en cuenta el espíritu devoto y la perniciosa facilidad del español para engancharse con la primera india que le salía al paso y constituir con ella santa familia cargada de hijos. Los pueblos modernos, cuando conquistan un país, envían remesas de mujeres blancas para que los colonizadores no malgasten la semilla nacional en mestizamientos.

Desnoyers pensó que su castillo no era mas que uno de los muchos hospitales establecidos en una línea de más de cien kilómetros, y que al otro lado, detrás de los franceses, existían centros semejantes y en todos ellos reinaba igual actividad, sucediéndose con aterradora frecuencia las remesas de hombres moribundos.

No hay allá ciudad con tres siglos de existencia que no tenga un santo de indiscutibles milagros... Los imagineros de Valencia y de Sevilla enviaban remesas de vírgenes y cristos a los conventos de las Indias y a los hidalgos retirados de aventuras en sus buenas encomiendas.

Estos discretos consejos fueron saludados con murmullo prolongado de reprobación. ¿Quién es ese servilón? dijo una voz aguardentosa, que no era otra que la del sin par Chaleco. A casa de Morillo repitió Calleja. Mujer, tráeme el almirez. El gentío aumentaba con nuevas remesas enviadas de la plazuela de la Cebada y del barrio del Salitre.

El administrador mostrábase tardo y doliente en sus remesas. Jaime le pedía dinero, y contestaba con cartas quejumbrosas, hablando de intereses que había que satisfacer, de segundas hipotecas para las cuales apenas encontraba prestamistas, de irregularidad de una fortuna en la que no quedaba nada libre de gravamen.

Tablas era la honda; pero distaba mucho de ser la mano. Pues, señores añadió López . ¡Yo mismo les he llevado ayer un saco con media fanega de veneno! ¡Media fanega de veneno! ¿Y se lo has llevado? , porque no sabía lo que era. No es la primera vez que esos malvados reciben remesas de veneno. El saco que les llevé ayer vino de Cataluña para ese.... No le quiero nombrar.

Es raro que este mísero grano haya sido bastante para poner en comunicación, desde los tiempos más remotos, a los habitantes de Europa con los de la India. Ya en el tiempo de los romanos era un artículo importantísimo, que se expedía en grandes remesas desde la India y llegaba a Europa a través del Océano Indico y el mar Rojo. Pagábasela a tan altos precios, que se hizo proverbial su carestía.