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De aquí la inmensa prudencia y exquisito tacto que deben adornar á los países colonizadores; y el hecho de considerar el Gobierno de las colonias en general, y nuestro Ministerio de Ultramar en particular, como escuelas de aprendizaje, contribuye notablemente á que se cumpla la gran ley de que las colonias se declaran independientes más ó menos tarde.

Descríbanse los indígenas. 14. ¿Cómo impidieron el desarrollo del país? 15. ¿Qué logró la familia de Belzares? 16. ¿Cómo logró el gobierno establecer una colonia permanente? 17. ¿Cuánto se extendió el dominio español? 18. ¿Con qué dificultad tropezaron los colonizadores? 19. ¿Qué cambio de gobierno se hizo en 1742? 20. ¿Qué provincias se agregaron después?

Además, hay que tener en cuenta el espíritu devoto y la perniciosa facilidad del español para engancharse con la primera india que le salía al paso y constituir con ella santa familia cargada de hijos. Los pueblos modernos, cuando conquistan un país, envían remesas de mujeres blancas para que los colonizadores no malgasten la semilla nacional en mestizamientos.

Y aunque esto no se acostumbra en la Metrópoli, debe practicarse en las colonias, por cuanto hay que buscar el verdadero prestigio por medio de las dotes morales, porque los colonizadores deben ser ó parecer, cuando menos, justos, inteligentes é íntegros, como el hombre aparenta virtudes cuando está en contacto con personas extrañas.

Era como si cada persona llevase sobre sus espaldas una plancha de plomo de diez a veinte kilos de peso, para asegurarse la posibilidad de andar, suponiéndola imposible sin esa carga, y la diferencia más importante entre los colonizadores anglosajones y latinos del nuevo mundo fue el mayor gasto inútil de éstas en el seguro de vida, por el mayor empleo y el mayor costo de los servicios espirituales obligatorios e indispensables para estar "en gracia de Dios" y a cubierto de los demonios.

Para animarme solía yo discurrir allá en mis adentros: hemos gastado más de lo que podíamos gastar en una pobre e inútil defensa, y hemos perdido al fin nuestras ricas colonias, pero nadie podrá acusarnos, con justicia, de malos colonizadores, ni de nación estéril, cuando tan vastos territorios han permanecido en nuestro poder cerca de cuatro siglos y cuando de esta nación han brotado, como de tronco lleno de savia las ramas verdes y floridas, diecisiete repúblicas de gran porvenir, donde circula nuestra sangre, donde queda indeleble el sello de nuestro propio ser y carácter y donde sigue y seguirá hablándose nuestro idioma.

La ciudad conserva muchas interesantes reliquias y rasgos característicos de los colonizadores hispanoamericanos y tiene un encanto tal que puede rivalizar con muchas de las capitales del Viejo y del Nuevo Mundo. Su clima es muy saludable; y, a pesar de hallarse prácticamente en la línea ecuatorial, los días y las noches son agradables durante todo el año.

Sus novillos eran «criollos», como él decía con cierto tono de desprecio; bestias de mucho hueso, pezuña dura, grandes cuernos y enjutas de carnes; aptas para nutrirse con un pasto silvestre y poco abundante; herederos degenerados del ganado que aclimataron siglos antes los colonizadores españoles, trayéndolo en sus pequeños buques á través del Atlántico.

El espíritu de investigación que está revisando, reformando, rehaciendo y renovando todas las ideas de los hombres sobre el universo y la vida, que nada ni nadie ha podido detener antes, que cada día es más vigoroso, más amplio y más decidido, y que está paseando la antorcha de la Ciencia hasta por los terrenos vedados a la razón humana por la palabra divina, viene también, detrás de los fugitivos de Francia y de Filipinas, a rescatar para la moral del amor y de la simpatía, del pensamiento y la acción, esta América del Sud, que fue consagrada a la moral del infierno y al servilismo espiritual por sus primeros colonizadores, y que ha sido desde entonces un infierno de odios y rencores, de esterilidad mental y de persecuciones y atrocidades sin cuento, simplemente porque los caudillos políticos acudieron a los mismos resortes de gobierno que la religión había implantado en el alma de los sudamericanos; el miedo al mal y la resignación para aguantarlo pasivamente.

Nadie sabe nada. Es horrible esta duda. Eleuterio está sereno; espera tranquilo. Ya conoces la gravedad de su carácter. Cuando alguien le habla de ser ministro, cambia de tema. Y se pone a conversar de cultivos, de riego, de sistemas colonizadores. Está lo más preocupado por la falta de buques para trasportar la próxima cosecha. También le preocupa mucho el maíz.