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Las pinturas murales del zaguán; los figurones de las cornisas; el caprichoso enrejado de las ventanas; el alegre color del frente, ya azul, ya verde, ya rosa, en su nota más tenue y apagada, da un aire coquetón al conjunto, que se convierte en interesante y misterioso, si el transeunte es impresionable y ve, detrás del visillo alzado de la sala, dos ojos criollos, que ven sin mirar y hablan sin voz.

El último en aproximarse fue Ojeda, cuando ya se habían disuelto los grupos de admiradores. A la mirada interrogante de Fernando, que parecía asombrado, contestó con un guiño malicioso y un leve encogimiento de hombros. No había de qué asustarse. Todo mentira murmuró con voz tenue ; «pura parada», como dicen los criollos. Pero deje usted que se hinche el entusiasmo.

En la estación les esperaba el sirviente de la familia de Fraga, Rufino Mejía, uno de esos tipos criollos, sanos de cuerpo y de alma, que tenía en la casa sueldo de gran sirviente y prerrogativas de patrón, bien merecido todo en quince años de leales servicios, durante los cuales no había podido convencerse de que Lorenzo los había vivido también.

"Ea, amigos y compañeros, no hay remedio, todos morimos, pues se ha verificado ser la sedicion contra nosotros: no tenemos mas delito que el ser europeos, y haber juntado nuestros caudales, para asegurarlos, á vista de los criollos.

La chusma de criollos, que oia estas noticias tan favorables á sus ideas, manifestaba el gozo que le causaban, y algunos intentaron salir á encontrarle, porque aseguraba el indio, que muy breve se hallaria en la ciudad de la Paz. D. Jacinto Rodriguez, convenido con la muger del capitan de aquellas milicias, D. Clemente Menacho, intentaron que todos los españoles usasen el traje de los indios.

A este tiempo habia sacado en procesion el Prior de San Agustin, acompañado de las comunidades de San Francisco y de la Merced, la devota efigie del Santo-Cristo de Burgos, llevándole en procesion por las calles, plazas y extramuros de la villa, pero solo le acompañaban las viejas: y sin hacer aprecio ni respetar tan sagrada imagen, se ocupaban los criollos, unidos con los indios, en saquear la casa del corregidor.

Quiero suponer que el suelo de Cuba llegará entonces a estar más poblado y mejor cultivado; que producirá más tabaco y más café; que dará de tanta azúcar, que si los bocoyes de una sola de sus cosechas se arrojasen al Atlántico, el Atlántico se convertiría en descomunal tazón de almíbar; pero nada de esto gozaría la gente de raza española, que no había sabido crearlo, sino la raza superior de los yankees, que lo crearía, con la actividad y con el acierto de que carecen los criollos de casta española, los cuales no es de presumir que con la independencia habían de ser más industriosos y atinados en sus empresas que libres hoy y gobernándose con autonomía administrativa, bajo la bandera maternal de España.

Su asiento en la mesa, tanto a la hora de la comida como del almuerzo, quedaba desocupado con una frecuencia alarmante, a pesar de las protestas de la tía de no hacer pasteles fritos, ni carbonada, ni ninguno de los platos criollos, que no le gustaban: se levantaba a las doce, salía, y no volvía hasta las tres o cuatro de la madrugada.

Contemplando lastimosamente la noticia que corre por acá, de que en ese pueblo de Santiago han muerto los naturales á su Gobernador, y no á que español criollo; amonesto á dichos indios naturales se contengan en egecutar estas muertes, que sin tener facultades ni motivos las hayan cometido, que eso no manda nuestro piadoso Monarca, sino solo rebatir el mal gobierno con el exterminio ó expulsion de los corregidores europeos, y que armados todos los indios y españoles criollos, le defendamos, en caso de que por alguno de los puertos de este reino venga alguna armada de soldados contrarios, y opuestos á su corona.

Una vez que el bicho ha cumplido más o menos bien su deber, sea pegando serios sustos a los toreadores, sea huyendo sin cesar con el aire imbécil, se abre un portón y es arrojado a un potrero contiguo. En cuanto a los «artistas» que tuve ocasión de ver, todos ellos criollos, eran, aunque de valor extraordinario, deplorablemente chambones.