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Después, dijo a gritos, pegando puñetazos en los muebles, que ha de hacer lo posible para que todas las vacantes de la catedral se cubran con lo peorcito del clero; que entren en el cabildo los curas borrachos, estafadores, etc. «Quiero reventar al cabildo gritaba , quiero ensuciarlo; así aprenderá a hablar menos de ; quiero cubrirlo, señor, cubrirlo de...» Y ya se figurará usted, tío, de qué quiere Su Eminencia cubrir a los canónigos.

Miraba a su chulita con estupidez y cierta expresión de duda o sorpresa. Fortunata seguía pegando gritos; pero él no se enteraba; lo poco que oía era como si oyese el ruido del viento: no le sacaba sentido. Cansada de inútiles esfuerzos, la joven se calló, mirando a su amigo con hondísima pena.

En el momento que hablaban apareció corriendo el domador, pensó sin duda en abalanzarse sobre Martín, pero comprendiendo que no le alcanzaría se vengó en la niña y le dió una bofetada brutal. La chiquilla cayó al suelo. Unas mujeres se interpusieron é impidieron al domador siguiera pegando a la pobre Linda. lo has metido dentro, ¿verdad? gritó el domador en francés.

Tal día y a tal hora, yendo ella y Barbarita por la calle de Preciados, se encontraron a Juan que venía deprisa y muy abstraído. Al verlas, quedose algo cortado; pero sabía dominarse pronto. Ninguno de estos datos probaba nada; pero no cabía duda: su marido se la estaba pegando.

Mire usted siguió la niña, asiendo de un flexible mimbre y divirtiéndose en coronarse con la obediente rama , ¡a que no es usted capaz de creer que su tristeza se me va pegando, y que también yo me hallo así... no cómo, preocupada, vamos! Diera... lo que no por verle contento y... natural, como son todos los hombres. Usted no tiene el mirar ni la cara como los demás, Don Ignacio.

Acudimos Padilla y yo, y con gran trabajo pudimos desarmar al filósofo y encerrarle en su cuarto, donde quedó dando cabezadas contra las paredes y pegando unos gritos que se oían desde la calle». Ya lo dije yo. Tanta y tanta lógica tenía que parar en eso... Conque ya sabe usted. A las diez habrá misa y responso en el cementerio.

Sentía la certeza del triunfo, la corazonada de las tardes gloriosas. La corrida fue accidentada desde su principio. El primer toro «salió pegando» con gran acometividad para las gentes de a caballo. En un instante echó al suelo a los tres picadores que le esperaban lanza en ristre, y de los jacos dos quedaron moribundos, arrojando por el perforado pecho chorros de sangre obscura.

¡Zángano!... ¡mala puñalada te mate!... bramaba Mauricia, que ya tenía pocas fuerzas y había caído al suelo . ¡Un sacerdote pegando a una... señora! Que le traigan su ropa gritó Sor Natividad . Pronto, pronto. Me parece mentira que la veré salir... Mauricia ya no se defendía. Había perdido su salvaje fuerza; pero su semblante expresaba aún ferocidad y desorden mental.

Al mismo tiempo que Montaner hizo tan buena suerte contra Jorge, Rocafort, y Fernan Jiménez de Arenós juntaron la gente que estaba dividida en Pacía, Rodesto y Módico, y entraron por Thracia hacia el mar mayor, haciendo lo que siempre, pegando fuego á los lugares después de saqueados y de talar y abrasar los frutos de las campañas, cautivar, matar y jamas aflojando en su venganza.

¡Que vas a reventarlo, bárbaro! gritaba Montenegro, pegando su pecho a la espalda del jinete. ¡Que pesamos mucho los dos!... Pero Rafael sólo pensaba en la entrevista próxima. En el mismísimo carro de San Elías quisiera yo llevarte, Ferminillo, para que vieses antes a la gachí. Hicieron alto en el ventorro de la carretera, cerca de la viña. ¿Quieres que te espere? dijo el aperador.