United States or Guinea-Bissau ? Vote for the TOP Country of the Week !


Ferminillo marchó a Londres, y al escribir, de vez en cuando, mostrábase satisfecho de su vida. El capataz auguraba a su hijo un brillante porvenir. Vendría de allá sabiendo más que todos los señores que plumeaban en el escritorio de Dupont.

La fuga y una larga temporada pasada en Tánger fueron el único resultado de sus entusiasmos y cuando al fin pudo volver a la tierra, besó a Ferminillo, el primer hijo que la pobre mártir le había dado a los pocos meses de su marcha a la serranía. Volvió a trabajar en las viñas, algo desilusionado por el mal éxito de la rebelión.

No le presentaba una nota de embarque que no prorrumpiese en maldiciones contra la decadencia de los vinos de Jerez. no has alcanzado la buena época, Ferminillo continuó; por esto tomas las cosas con tanta pachorra.

Y Ferminillo y María de la Luz jugaban con estos niños que habían de poseer cuantiosas fortunas, de igual a igual, con la simplicidad de la infancia que parece un recuerdo de los tiempos en que los hombres vivían como hermanos, antes de inventar las jerarquías sociales.

La pobre mártir había muerto durante su ausencia, dejando en poder de unos parientes sus dos hijos, Ferminillo y María de la Luz.

Fermín sonrió con malicia. ¿Y a mi hermana, no la verás? ¿No te falta también algo, cuando pasan días sin ver a María de la Luz? Naturalmente dijo el mocetón ruborizándose. Y como si sintiera repentina vergüenza, espoleó su caballo. Con Dios, Ferminillo, y a ver si un día vienes al cortijo. Montenegro le vio alejarse rápidamente, calle abajo, con dirección a la campiña.

Con el miedo de un servidor bien cebado que teme perder el bienestar, daba consejos al joven. ¡Ojo, Ferminillo! La casa estaba llena de soplones. Cuando él estaba enterado, no sería de extrañar que don Pablo tuviese ya noticia de que Montenegro había visitado a Salvatierra.

Lo que le digas que haga, eso hará... Ferminillo, no me abandones, protégeme. eres mi patrón; quisiera ponerte en un altar y encenderte velas y rezarte una letanía. Fermín; santito mío: no me dejes, defiéndeme. Ablanda aquel peñasco, de corazón; agárrame, porque si no, me caigo y voy a presidio o a la casa de los locos. Montenegro se burló de las exageraciones lloriqueantes de su amigo.

El millonario y el caudillo de los pobres se estrechaban tranquilamente la mano después de tantos años de no verse, como si nada hubiese ocurrido. ¡Hola, Salvatierra!... Me han dicho que es usted el maestro de Ferminillo. ¿Cómo va ese discípulo? Ferminillo progresaba rápidamente.

¡Que vas a reventarlo, bárbaro! gritaba Montenegro, pegando su pecho a la espalda del jinete. ¡Que pesamos mucho los dos!... Pero Rafael sólo pensaba en la entrevista próxima. En el mismísimo carro de San Elías quisiera yo llevarte, Ferminillo, para que vieses antes a la gachí. Hicieron alto en el ventorro de la carretera, cerca de la viña. ¿Quieres que te espere? dijo el aperador.