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Fermín sonrió con malicia. ¿Y a mi hermana, no la verás? ¿No te falta también algo, cuando pasan días sin ver a María de la Luz? Naturalmente dijo el mocetón ruborizándose. Y como si sintiera repentina vergüenza, espoleó su caballo. Con Dios, Ferminillo, y a ver si un día vienes al cortijo. Montenegro le vio alejarse rápidamente, calle abajo, con dirección a la campiña.

Habiendo escapado difícilmente con vida del campo de batalla, el capitán espoleó su corcel y se encaminó a su hogar, seguido muy de cerca por algunos soldados de Cromwell. Su esposa, dama de gran valor, tuvo apenas tiempo de esconderlo en la cámara secreta antes de que llegara el enemigo a registrar la casa. Sin acobardarse mucho, ella misma les ayudó y personalmente los guió por toda la mansión.

Ana notó en estas bravatas que se tambaleaba el alcázar de la firmeza tribunicia. Desde entonces su curiosidad perversa la espoleó, y en cierto modo le halagó la idea de que todas, por muy soberbias que fuesen, paraban en caer como ella había caído.

El espectáculo de la riqueza le llenó de asombro; la privación de lo que otros disfrutaban espoleó a la envidia; la ignorancia cerró a la abnegación el paso; la conciencia le dijo que su ambición era justa; miró a Luz con codicia, y en el fondo de su alma surgió el deseo de gozarla o la resolución de destruirla.

Los otros jinetes marchaban lejos, y ella espoleó su caballo para unirse al grupo, sin decir una palabra al espada, como si no se diese cuenta de que la seguía. En las fiestas de Semana Santa volvió a la ciudad la familia de Gallardo. El espada toreaba en la corrida de Pascua.

¿Qué otra cosa puede esperarse de gaznápiros como Dechard y De Gautet? ¡Ojalá hubiera estado yo allí! ¿Y el Duque se mezcla en el asunto? No es eso precisamente. Quien quiere mezclarse soy yo. ¿Y ella prefiere al Duque? ¡, la tonta! Pues bien, ya conoce usted mi plan, y piénselo dijo; e inclinándose, espoleó su caballo y partió en seguimiento del fúnebre cortejo.

Al salir Rafael de la casa del amo, espoleó su jaca, para hacer una visita a Marchamalo antes de volver al cortijo, pero se vio detenido frente al Círculo Caballista. Los señoritos más ricos de Jerez abandonaban sus copas de vino para salir a la calle, rodeando el caballo del aperador.

Otros jinetes quisieron salir en seguida a conquistar el aplauso de la muchedumbre, pero el de Moraima se opuso, dando preferencia a su sobrina. Si había de realizar una suerte, mejor era que saliese inmediatamente, antes que la torada se embraveciera con el continuo acoso. Doña Sol espoleó su caballo, que no cesaba de levantarse de manos, alarmado por la presencia de los toros.

Le apretó la diestra, hizo un signo de adiós, y bajando la cabeza espoleó á su caballo, perdiéndose en la noche, que empezaba á nacer. Marchó Watson hacia el pueblo, sintiendo en su interior la comezón de una conciencia que empieza á perder su tranquilidad.