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Viendo Sancho que sacaba tan malas veras de sus burlas, con temor de que su amo no pasase adelante en ellas, con mucha humildad le dijo: -Sosiéguese vuestra merced; que, por Dios, que me burlo.

De esta manera, la suerte, que se burló de nuestros proyectos y de nuestras esperanzas... no quiso que nos uniésemos sobre la tierra. ¡No me compadezcan ustedes, amigos míos, felicítenme, por el contrario! Dios ha convertido mi dolor en piedad; él abrevia el tiempo del destierro, y muy en breve me habré reunido con mi adorado Carlos

ISIDORA. ¡Y cuánto me hace padecer! Si me río, cree que me burlo de él; si estoy seria, dice que no le quiero y que estoy pensando en otro. Si me canso, me llama fría, pedazo de mármol. Me toma cuenta del respirar, y si doy un suspiro, ¡ay Dios mío!, ya está armada la tempestad. ¡Y cómo me agobia! No sabe lo que es delicadeza. A veces quiere tenerla, y sus melifluidades me dan asco.

Fue en el mismo instante que un relámpago coloreaba de luz lívida el mar y estallaba un trueno sobre su cabeza, conmoviendo con horrísono tableteo los ecos de la inmensidad marítima y las oquedades y cimas de la costa. «No; los muertos no mandan, los muertos no gobiernanJaime, como si fuese un hombre nuevo, se burló de sus pensamientos de poco antes.

En Manzanares le habían dado en cierta ocasión un café detestable; la manteca rancia: otra vez el jefe de la estación de Alcázar no le había querido facturar el equipaje por llegar dos minutos tarde: en otra ocasión, en la fonda de Menjíbar, no les dieron tiempo a almorzar; pero él, que es un gran tunante, se burló del fondista apoderándose de lo que había en la mesa y llevándoselo al coche.

Repitiendo lo que ella decía, aunque modificándolo para no proferir una blasfemia, podemos asegurar que la Naturaleza, no Dios, se burló de ella. Poco después de las últimas escenas de esta historia se retiró á un convento, y allí tenía opinión de santa, á lo cual contribuyó mucho la catalepsia.

Se burló de misma, viéndose a punto de caer en la manía ridícula de ciertas jóvenes que creen que inspiran violentas pasiones. ¿Quién le decía que no se había equivocado en la naturaleza de la emoción que había sorprendido, y que Juan no estaba probablemente tan desesperado como le había parecido? ¡A la verdad, estaba loca! No, seguramente Juan no la amaba, era inverosímil, imposible.

A lo que dijo la hija de Rodríguez: -Séase quien fuere este que me pide por esposa, que yo se lo agradezco; que más quiero ser mujer legítima de un lacayo que no amiga y burlada de un caballero, puesto que el que a me burló no lo es.

No engaño a éste ni solicito aquél, ni burlo con uno ni me entretengo con el otro. La conversación honesta de las zagalas destas aldeas y el cuidado de mis cabras me entretiene. Tienen mis deseos por término estas montañas, y si de aquí salen, es a contemplar la hermosura del cielo, pasos con que camina el alma a su morada primera.

No de balde me burlo, sino que bien de veras pago el no tener el corazón de corcho, que si yo no os amara tanto, no me acontecería esto. Pues bien... suframos los dos: yo, el teneros contra vuestra voluntad; vos, en verme, cuando no quisiérais, á vuestro lado.