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Pero , ¿por qué me quieres? Soy extraño a cuanto te rodea, vives en una atmósfera de lujo que casi desconozco, como yo vivo entre privaciones que no puedes calcular, y ojalá te sean siempre ajenas; el menor de tus caprichos no podría yo satisfacerlo con muchas semanas de trabajo; las gentes que te hablan han de usar un lenguaje hasta despreciativo para las que están en situación análoga a la mía; si entraras en casa de mis padres y vieses estas paredes, estos muebles, dudarías si ofrecer dinero por lástima o disimular lo que notares, por imaginar que podías ofendernos señalando tanta escasez: y, a pesar de todo, dices que el mejor sitio de tu corazón es para mi cariño, y me has enseñado cartas mías con mi nombre borrado con tus besos. ¡Bendita seas!

¡Que vas a reventarlo, bárbaro! gritaba Montenegro, pegando su pecho a la espalda del jinete. ¡Que pesamos mucho los dos!... Pero Rafael sólo pensaba en la entrevista próxima. En el mismísimo carro de San Elías quisiera yo llevarte, Ferminillo, para que vieses antes a la gachí. Hicieron alto en el ventorro de la carretera, cerca de la viña. ¿Quieres que te espere? dijo el aperador.

La masa de sus cabellos se iría desprendiendo de ella cayendo al cabo en el fondo del ataúd como un montón de barreduras, la piel se huiría dejando al descubierto blanca como la porcelana la tapa del cerebro. ¿Cómo quedarían sus manos? ¡Ah! sus pobres dedos, aquellos dedos que tantas veces habían acariciado las sortijas de tus cabellos de ébano, que oprimieron las rosas de tus mejillas y humildes y temblorosos buscaban los tuyos en la obscuridad, servirían durante algunos días de festín a una legión de gusanos y serían pronto objeto de horror aun para ti misma, hermosa, si los vieses...

Y el Señor me dijo: Levántate, y ve a Damasco, y allí te será dicho todo lo que te está señalado hacer. 13 viniendo a , y acercándose, me dijo: Hermano Saulo, recibe la vista. Y yo en aquella hora le miré. 14 Y él dijo: El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conocieses su voluntad, y vieses a aquel Justo, y oyeses la voz de su boca.

Los mismos collares la adornaban; pero vestía un ropaje menos haraposo y siniestro que el de aquella tarde, junto a La Encarnación. Era la anciana a que él llamaba en su recuerdo: la hechicera. ¿No vos fizo daño, ayer noche, el clavel? preguntó la mujer, mirándole en el rostro con azucarada sonrisa. Luego, misteriosamente, bajando la voz: ¡Si la vieses ! Es la hembra más hermosa de Castiella.

Si te hubiese abandonado después de recibir la bendición de un hombre ante un altar, te mostrarías satisfecho y la recibirías con los brazos abiertos tantas veces como viniera a verte. Te abandonó para ser engañada, para caer en la miseria y la vergüenza; y viéndola infeliz, ¿no merece tu conmiseración, más aún que si la vieses dichosa?

Es uno de esos conjuntos llenos de armonía y de serenidad en los que la vista se reposa. ¿Has encontrado alguna vez alguno de esos rostros celestes en los que se lee tanta paz, tanta dicha, y cuya expresión sobrenatural fascina? Pues algo así es. Daría cualquier cosa porque la vieses. ¡Una circunstancia encantadora! mis miradas se han encontrado por casualidad con las suyas.

-Así es como dices -dijo don Quijote-, porque el librillo de memoria donde yo la escribí le hallé en mi poder a cabo de dos días de tu partida, lo cual me causó grandísima pena, por no saber lo que habías de hacer cuando te vieses sin carta, y creí siempre que te volvieras desde el lugar donde la echaras menos.

A ti no te costará trabajo conservar tu habitación de este modo; pero lo que es yo te aseguro, chica, que ni con pena de la vida podría tenerla así... ¡Si vieses mi cuarto, Martita! , ..., bueno estará... Siempre fuiste un adán... ¡Pero anda, criatura, vámonos!

«Después de mi último envío de dinero, ya no qué hacer. ¡Si vieses, Federico, qué aspecto tiene ahora la casa en que naciste!