United States or Pitcairn Islands ? Vote for the TOP Country of the Week !


Parecía que no encontraba persona en quien fijarlos. Al poco rato, Martita advirtió que tenía las manos frías y lo manifestó en voz alta, de un modo sencillo, sin comprender la infeliz lo que aquello significaba. Don Máximo volvió la cabeza para ocultar la emoción. El sacerdote dejola caer sobre el pecho.

Sin embargo, cortó un pedacito de pan y empezó a roerlo gravemente con sus dientes blancos y menudos. Te profetizo que no tardarás en despachar ese plato de dulce, Martita... La cuestión es empezar... Ya verás, ya verás... Lo peor es que ya son las doce, y que a la hora de comer me voy a hallar sin apetito... Martita, no seas tonta y cómete ese dulce que te está apeteciendo...

No cantaba, pues, casi nunca, pero solía tararear suavemente cuando ejecutaba alguna labor, como ahora. De vez en cuando se paraba a tomar aliento, apoyándose un instante en la escoba, y después de echar hacia atrás algunos rizos que le caían por la frente, seguía su tarea. Ricardo apareció de nuevo en la puerta. ¿Martita, estás enfadada aún?

Que... habéis sufrido... Perdonadme mis pecados. Perdonadme... mis pecados. Y salvad mi alma. ¡Quita, quita! dijo la moribunda separando con mano vacilante a su hija . No; yo no me muero..., estoy buena... Ven acá, Martita... ¿No es verdad... que no me muero..., hija mía?

Todos los días al entrar en casa de Elorza le preguntaba Martita: ¿Ha llegado eso, Ricardo? A las pocas veces repuso entre risueño y enfadado: ¿Acaso tienes ganas de que me vaya, Martita? ¡Oh, no!... dejó escapar la niña con una inflexión de voz que valía por un poema. Pero Ricardo no acertó a leerlo.

Y en efecto, un grupo de señoras y algunos caballeros procuraron con repetidas instancias llevarlos a las habitaciones interiores; pero fueron inútiles sus gestiones por lo que se refiere a don Mariano: antes rogó encarecidamente a sus amigos, y en tono que no daba lugar a réplica, que le dejasen solo, como así lo hicieron, llevándose consigo a Martita.

No obstante, sus grandes ojos negros, serenos y límpidos, que, como hemos dicho, ofrecían cierta singular inmovilidad semejante a la de los que padecen de gota serena, adquirían un movimiento tan sosegado y tan dulce que una de las señoritas de Ciudad, la misma que la había presentado al ingeniero Suárez, no pudo menos de exclamar la noche anterior: ¿No repara usted qué mirada tan suave tiene Martita?

Siguieron los brindis, cada vez más acalorados y tempestuosos, de tal modo que nadie se entendía. Uno de los más celebrados fue el de Martita, quien por consejo de Ricardo, que estaba a su lado, había bebido tres copas de champagne y no sabía lo que le pasaba.

Hubo algunos instantes de silencio, durante los cuales todos los ángeles del cielo desfilaron por la salita que bañaba el sol de la mañana, posando sus ojos radiantes de alegría en aquel grupo interesante. Mas he aquí que Martita separa un poco el rostro de su padre, y sonriendo al través del llanto pregunta cándidamente a su amado: ¿Comerás hoy con nosotros, Ricardo?

A la puerta de la iglesia esperábanla todas sus amigas, que habían llevado consigo a Martita. El templo rebosaba de gente, que se apretó para dejarle paso. En el altar mayor la recibió el obispo de..., que había venido adrede para darle el hábito. Hincose de rodillas y oró breves instantes. El rumor confuso de la gente se apagó, reinando un silencio ansioso.