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Actualizado: 26 de junio de 2025


Se le había figurado al presuntuoso que Martita iba a ponerse muy alterada al saber la noticia, porque siempre le había dado pruebas de cariño.

Cuando quiso desprenderse tenía a Martita tan fuertemente colgada del cuello, que fue necesaria la intervención de algunas señoras para lograrlo. Abrazó igualmente a todas sus amigas que lloraban a lágrima viva, mientras ella, dando ejemplo de sublime serenidad, entró alegre y sonriente en la casa del Señor, escoltada por las dos monjas. Las puertas se cerraron.

Todos acudieron a ella. La niña, que continuaba sentada sobre las rodillas de Ricardo, se había ido poniendo pálida sin que nadie se hiciese cargo. Cuando don Mariano se fijó en ella, casualmente, estaba blanca como el papel. ¿Qué te pasa, hija mía? ¿Qué tienes, Martita? Me siento un poco mal. Dadme un vaso de agua. María corrió por ella.

A ti no te costará trabajo conservar tu habitación de este modo; pero lo que es yo te aseguro, chica, que ni con pena de la vida podría tenerla así... ¡Si vieses mi cuarto, Martita! , ..., bueno estará... Siempre fuiste un adán... ¡Pero anda, criatura, vámonos!

Todos los que tocaban a doña Gertrudis le hacían daño; sólo las suaves manos de Martita tenían el privilegio de moverla a un lado y a otro y colocarla en las posturas más cómodas sin causarle dolor. Por fin se consiguió que la enferma volviese en y hablase; pero don Máximo al llegar, llamado apresuradamente por los criados, halló el pulso tan débil que no pudo reprimir un leve gesto de susto.

Don Mariano, antes de responder, se palpó con aire distraído todos los bolsillos de la ropa, y no hallando lo que buscaba, dirigió la vista hacia un rincón de la sala. Martita, ven acá. Una niña que estaba sentada en el extremo de un diván, sin hablar con nadie, llegó corriendo.

Calla, Martita; estás delirando... Vámonos, que el agua sube. Espera un momento... Hace una hora que estamos aquí y el viento no ha conseguido enfriarme las mejillas..., tengo cada vez más calor en ellas.

A se me figura que colocando en distintos parajes de ella unos cuantos focos de luz eléctrica que el oficial de guardia pudiese encender con sólo apretar un botón, se podría evitar muy bien el peligro de una sorpresa; y si al mismo tiempo se colgasen una buena cantidad de campanas poderosas, movidas igualmente por la electricidad, que produjesen alarma instantánea en la población y despertasen a los obreros, que por lo común viven cerca... Martita, ¿qué tienes? exclamó de improviso cortando el hilo del discurso.

Levantáronse de la mesa con el mismo silencio. María tornó a encerrarse en su cuarto. D. Mariano acompañado de Martita se fue también al suyo. Ambos se sentaron en un sofá y se mantuvieron estrechamente abrazados una gran parte de la tarde. Las caricias que mutuamente se prodigaban iban convirtiendo su dolor desesperado en un sentimiento tiernísimo que se deshacía en llanto. Alternativamente se consolaban. La niña aseguraba que desde el cielo su madre velaría por todos y prometía ser buena siempre y juiciosa y no dar ningún disgusto a su padre.

Martita se había desmayado. Varias señoras se apresuraron a desatarle el corsé y a sacudirla fuertemente para que soltase el agua que había tragado. Después la extendieron en uno de los asientos de popa, y Ricardo, tomando un frasco de éter que don Máximo había traído, se lo aplicó a la nariz.

Palabra del Dia

rigoleto

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