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Pero no sólo el prurito de darse tormento como a cada hijo de vecino, le había inspirado aquella diablura de coronarse de espinas y dar un gustazo a los recentales de su rebaño pedagógico, sino que era gran parte en aquella exhibición anual la pícara vanidad. El saber que una vez al año, él, Vinagre, don Belisario, era objeto de la espectación general, le llenaba el alma de gloria.

Tocaba la Marcha fúnebre en la muerte de un héroe, escrita por Beethowen el día que supo que Bonaparte «había descendido hasta el extremo de coronarse Emperador». El sacristán se había prestado también á ejercer el oficio que no era el suyo, encargándose de los fuelles..... Las bóvedas de la Catedral temblaban ante aquella tempestad de armonía que lanzaba el poderoso instrumento.

Con los muchos indios que se habian juntado á Tupac-Amaru, y las armas de que ya se habia apoderado, resolvió ir sobre el Cuzco, con el fin de posesionarse de esta ciudad, y logrado su intento, coronarse en ella, por ser la antigua capital del imperio peruano, con todas las solemnidades que imitasen la costumbre de sus antiguos poderes.

Aun no habia transcurrido un siglo desde este hecho glorioso, y ya vemos á D. Pedro 2.º el Católico coronarse y ungirse con magnífico aparato en 3 de noviembre de 1204 en Roma, á donde pasó desde la Provenza con cinco galeras y buena armada de navíos, llevando consigo mucha gente principal de aragoneses, catalanes y provenzales.

La montaña condensa el vapor y lo exprime del aire. Muchas veces, contemplando un pico ó un promontorio saliente, he visto las nubecillas nacientes hacinarse en torno á la helada punta. Elévase una humareda semejante á la que brota de un cráter; pronto envuelve todos los salientes y el monte acaba por coronarse con un turbante nubes tejido por él mismo en el aire transparente.

El Pontífice Inocencio 3.º otorgó á este monarca privilegio, para que cada y cuando los reyes de Aragon quisiesen coronarse, lo pudiesen hacer en la ciudad de Zaragoza, por manos del metropolitano que entonces era el arzobispo de Tarragona, y la misma gracia se hizo estensiva á las reinas, por la razon de que el derecho civil dispone, que las mugeres se ilustren con los honores de los maridos.

Mire usted siguió la niña, asiendo de un flexible mimbre y divirtiéndose en coronarse con la obediente rama , ¡a que no es usted capaz de creer que su tristeza se me va pegando, y que también yo me hallo así... no cómo, preocupada, vamos! Diera... lo que no por verle contento y... natural, como son todos los hombres. Usted no tiene el mirar ni la cara como los demás, Don Ignacio.