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¡Zángano!... ¡mala puñalada te mate!... bramaba Mauricia, que ya tenía pocas fuerzas y había caído al suelo . ¡Un sacerdote pegando a una... señora! Que le traigan su ropa gritó Sor Natividad . Pronto, pronto. Me parece mentira que la veré salir... Mauricia ya no se defendía. Había perdido su salvaje fuerza; pero su semblante expresaba aún ferocidad y desorden mental.

¿Y ahora? ¿Qué dices ahora, Zapaquilda? ¿Dónde están esos hígados? ¿Dónde esas manos? Anda, bruja, pide perdón; si no, te dejo caer como una rana bramaba el cazurrón, zarandeándola en el aire. ¡Déjame, Manín! ¡Déjame, burro! ¡Habrá cochinazo! ¡Mira que grito! Al fin la puso delicadamente en el suelo.

En el fondo del abismo bramaba el torrente, sacudiendo su parda y espumante melena, colérico y oprimido, contra cada peñasco que le cerraba el paso para procurarle una caída. Y arriba ... un cielo maravillosamente bello, como un lago Leman suspendido en la atmósfera, coronando y arropando las cúpulas de los nevados, que nos parecian los tronos resplandecientes y severos del genio de la Suiza....

Y la pareja se dirigía a su vez a costear el alambrado por la fuerza de la costumbre, cuando un mugido, claro y berreante ahora, llegó hasta ellos: dentro del avenal, el toro, con cabriolas de falso ataque, bramaba ante el chacarero, que con un palo trataba de alcanzarlo. ¡Añá!... Te voy a dar saltitos... gritaba el hombre.

La Regenta no tomaba con gran calor aquellas diversiones, pero las prefería a su estéril soledad, en que buscando ideas piadosas encontraba tristezas, un hastío hondo y el rencoroso espíritu de protesta de la carne pisoteada, que bramaba en cuanto podía. «Era mejor vivir como todos, dejarse ir, ocupar el ánimo con los pasatiempos vulgares, sosos, pero que, al fin, llenan las horas...».

A todas éstas se venía la noche encima con malísimo aspecto: el cielo, cargado de nubes negras, parecía haberse aplanado sobre el mar, y las exhalaciones eléctricas, que lo inflamaban con breves intervalos, daban al crepúsculo un tinte pavoroso. La mar, cada vez más turbulenta, furia aún no aplacada con tanta víctima, bramaba con ira, y su insaciable voracidad pedía mayor número de presas.

Eso es inútil observó el Magistral con una voz muy dulce ; como el madero aquel se ha metido entre los dos palos de la banda... si no se alza a pulso todo el columpio... no se puede desenganchar. Es claro bramaba desde arriba el otro; y probó otra vez su fuerza. Pero Bermúdez pesaba muy poco por lo visto, porque don Álvaro no movió el pesado artefacto.

Roncaba el ama de llaves, roncaba don Silvestre, roncaban los criados y el gato y el perro; silbaba el viento, bramaba la cellisca contra las inseguras ventanas, y más que visión placentera, parecía aquel cuadro escena de conjuro, ó ensueño de calenturiento. ¡Entonces que pensó en su gabinete de Madrid y en los salones del mundo y en el teatro de la ópera!...

Le dirigí algunas preguntas acerca del capitán; me contestó con monosílabos, y, en vista de que no manifestaba muchas ganas de hablar, enmudecí. El caballo tomó un trotecillo no muy cómodo, y por la carretera, húmeda, llegamos en una hora a la playa de las Ánimas. El viento silbaba y gemía con alaridos violentos; el mar bramaba en la playa y la resaca debía de ser furiosa.

Ni el Puerto Pico, ó Sierra Mariana, Ni Teide, ò Potosí, ni el Atumare, Ni el volcan de Arequipa, ni Lupana, Ni el alto monte ó sierra de Lambare, Ni Villuerca, ni Sierra Verzocana, Se puede ya hallar que se compare A los montes y sierras que formaba En alta mar el viento que bramaba.