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En una conflagración de muchos tronos y de muchos pueblos, puede ocurrir ocurre con frecuencia que los deseos y simpatías del rey y de la reina no sean coincidentes por razones de parentesco, de raza, de educación, hasta de capricho, pues no hay que olvidar que los monarcas tienen las mismas pasiones que los demás mortales, pequeño detalle que nos hace dudar de su origen divino.

50 Y su misericordia de generación a generación a los que le temen. 51 Hizo valentía con su brazo; esparció los soberbios del pensamiento de su corazón. 52 Quitó los poderosos de los tronos, y levantó a los humildes. 53 A los hambrientos colmó de bienes; y a los ricos envió vacíos. 54 Recibió a Israel su criado, acordándose de la misericordia.

Estaba ocupada en levantar los tronos abatidos, en componer himnos funestos, en volver la corona a los reyes desterrados, en vengar a los hombres de sus enemigos a fin de hacerlos arrepentir de sus venganzas.

Aunque serena, la noche fruncirá su ceño, y las estrellas, de lo alto de sus tronos celestes, no bajarán más sus miradas con un resplandor parecido al de la esperanza que se concede a los mortales; pero sus órbitas rojas, desprovistas de todo rayo, serán para tu corazón marchito como una quemadura, como una fiebre que querrá unirse a ti para siempre.

Don Fernando y doña Isabel, célebres y nunca bien ponderados reyes católicos, ocupaban los tronos de Aragon y Castilla, dando un ejemplo de moralidad y sabiduría á toda su córte, y siendo estimados altamente, no solo por la aristocrácia de su época, sino tambien por todos sus súbditos.

Rezábase entonces por cuanto es posible rezar en este mundo y en el otro, por las ánimas del purgatorio, por el Santo Ángel de la Guarda, por el santo de su nombre, por los caminantes y navegantes para que Dios los conduzca á puerto de salvación, á San Roque bendito, abogado de la peste, por la paz y concordia entre los príncipes cristianos, etc., etc., terminando siempre con un Padre-nuestro á todos los santos y santas, ángeles, serafines, tronos y dominaciones de la corte celestial, para que nos ayuden en la hora de la muerte.

Desposeian los vasallos á los reyes quitándoles los tronos i las vidas con la violencia del veneno ó de la espada, i no solo vasallos, sino los hermanos á los hermanos, i aun los padres á los hijos. ¡Tanto puede la ambicion de reinar, i mucho mas estando esta junta al endurecimiento de los corazones, á la ferocidad de los ánimos i á la ignorancia de las virtudes!

No se conformaban, claro está, con que todos, el prójimo y ellos, salvasen el alma de la misma suerte, pues también en el cielo, como en este valle de lágrimas, hay capas sociales, hay coros, dominaciones, tronos, etc., etc.; en suma, categorías. Don Restituto se servía de una comparación. El cielo es como un teatro. El público lo forman los bienaventurados, los que se salvan.

Republicano de alma incontrastable Cantaste á la divina libertad, Con una voz tonante y poderosa Que los tronos podia hacer temblar, Y estremecer las masas populares Cual las furiosas olas de la mar, Y despertar el alta inteligencia Que al cielo remontaba en vuelo audaz, Mientras tranquilo el mundo contemplando, Como estátua sobre alto pedestal, Podias con los ojos del espíritu Ver los hombres y dias de otra edad!

Llegaban los laureles casi á ciento, A cuya sombra y troncos se sentaron Algunos de aquel numero contento. Otros los de las palmas ocuparon, De los mirtos, y yedras, y los robles Tambien varios poetas albergaron. Puesto que humildes, eran de los nobles Los asientos qual tronos levantados, Porque , ó envidia, aqui tu rabia dobles.