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Pensaba en usted, capitán: su última carta era para usted, y la dejó sin terminar, temiendo que nunca llegase á sus manos. Además, no estaba para escribir: su pulso era nervioso; prefería hablar... Me pidió que enviase á usted una carta larga, muy larga, relatando sus últimos momentos, y yo tuve que jurarle que cumpliría su encargo.» A partir de este instante, el maître había visto las cosas mal.

Al través de su cutis blanco y transparente veíamos cómo volvía a la vida. ¡Dios eterno! No si sucumbirá a los goces y a los pesares humanos, sin poderlos resistir. «Anoche se mostraba muy contento porque durante el día había acusado el pulso tres o cuatro pulsaciones menos por minuto que los días anteriores.

El pulso miserable y filiforme no impide que la belladona juegue en el último período de las fiebres y de las afecciones graves; pero es preciso en estos casos que haya toda la semejanza posible entre sus efectos sobre el sistema nervioso y la piel. aquí pues los datos prácticos esenciales. § III. Efectos fisiológicos y terapéuticos sobre el sistema nervioso.

Los síntomas que indican con preferencia el carbonato de cobre y que pertenecen esencialmente á esta sal, son: tos seca, marasmo, pérdida de las fuerzas, color amarillento, sudores nocturnos, estreñimiento y cólicos; los siguientes indican mejor el acetato y forman parte de su sintomatología: marasmo, cara pálida y hundida, palpitaciones con esputos sanguinolentos, respiracion difícil, contraccion dolorosa del pecho, inquietud, agitacion continua, lengua húmeda, sed viva, pulso pequeño.

El pulso, no lo tenía; la suerte, le había faltado: ¡adiós, y hasta la eternidad!

Seria y solícita, la novia atendía y servía a todo el mundo; dos o tres veces su pulso desasentado le hizo verter el Pajarete que escanciaba al buen don Nemesio, colocado en sitio preferente, a su derecha. El novio entretanto conversaba con los hombres, y, al alzarse de la mesa, repartió excelentes cigarros de que tenía rellena la petaca.

Pero antes de marcharse, al dar a su hija el beso de despedida, apoderose de una de sus manos y le tomó disimuladamente el pulso. Una ráfaga de indecible alegría, iluminó en el acto el contraído semblante del doctor.

Después, aun en el caso de aprovechar una ocasión y poder salir de allá, quedaba por recorrer un pasillo largo y luego unas escaleras... Imposible. Había que escapar por la ventana. Era el único recurso. ¿A dónde dará esto? se dijo. Arrimó el banco a la pared, se subió a él, se agarró a los barrotes y a pulso se levantó hasta poder mirar por la reja.

De aquí a pocos días me partiré al gobierno, adonde voy con grandísimo deseo de hacer dineros, porque me han dicho que todos los gobernadores nuevos van con este mesmo deseo; tomaréle el pulso, y avisaréte si has de venir a estar conmigo o no. El rucio está bueno, y se te encomienda mucho; y no le pienso dejar, aunque me llevaran a ser Gran Turco.

Llamaron sus amigos al médico, tomóle el pulso, y no le contentó mucho, y dijo que, por o por no, atendiese a la salud de su alma, porque la del cuerpo corría peligro. Oyólo don Quijote con ánimo sosegado, pero no lo oyeron así su ama, su sobrina y su escudero, los cuales comenzaron a llorar tiernamente, como si ya le tuvieran muerto delante.