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Julia fingió vacilar, y por fin repuso: Bueno, pues vivimos en la calle de Don Pedro, número 20, la única casa que tié jardín con tapias mu altas que dan a otra calleja estrechisma. Pero ya le diré yo a usted cuándo tié que dir por allí, no vaya usted a ensuciarlo too por pricipitación. Corriente. ¿Vendrás mañana por la carta? : agur, que se va a levantar el ama.

La portera vio que doña Guillermina se quitaba el manto... «No, señorita, no sea tan viva de genio. Barreremos... pero ya verá lo que tarda esta granujería en volver a ensuciarlo». Pues lo vuelve usted a barrer. Bajó la señora al patio, donde había entrado un ciego tocando la guitarra y estaban algunos chiquillos jugando a los toros. «Eh, niños, hoy es preciso que tengamos mucha formalidad.

Después, dijo a gritos, pegando puñetazos en los muebles, que ha de hacer lo posible para que todas las vacantes de la catedral se cubran con lo peorcito del clero; que entren en el cabildo los curas borrachos, estafadores, etc. «Quiero reventar al cabildo gritaba , quiero ensuciarlo; así aprenderá a hablar menos de ; quiero cubrirlo, señor, cubrirlo de...» Y ya se figurará usted, tío, de qué quiere Su Eminencia cubrir a los canónigos.

No tenía más que un afán: el impetuoso deseo de substraerme de cualquier modo a la persecución de aquel único recuerdo. Lo envilecía a mi sabor, y lo desdoraba esperando, por ese medio, tornarlo indigno de ella, librarme de él a fuerza de ensuciarlo. Al salir del teatro, cuando atravesaba el vestíbulo entre un grupo de gente la voz de Oliverio. Pasó cerca de y no me vio.

Dentro del carro empenachado de blanco y negro, la caja, cubierta de níveo paño, que constelaban flores de azahar, rosas blancas, piñas de lila a granel, oscilantes a cada vaivén de la carroza. Las hijas de María, compañeras de la difunta, iban casi risueñas, remangando sus faldellines de muselina, por no ensuciarlo en el piso lodoso.

Las ropas interiores son finísimas; están adornadas de estrechas cintas de tonos pálidos, y trascienden suavemente a verbena. Las medias son negras, como exige la impúdica perversión de la moda; las ligas, de color de rosa. Ya se calza los bien formados pies. Ahora se pone el corsé, lleno de vistosos pespuntes, y encima el cuerpo de suave batista para no ensuciarlo.