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Ordenose que Ramon Montaner con hasta treinta y seis velas que habia en nuestra armada, y entre ellas cuatro galeras, llevasen las mujeres, niños, y viejos, por mar á la ciudad de Cristopol, despues de haber desmantelado todos los presidios que en aquellas costas se tenian por nosotros, como Galípoli, Nona, Pacía, Modico, y Megarix.

Rocafort dividió su gente en Rodesto y Pacía, Montaner, escribano de racion, quedó gobernando en Galípoli, donde los bastimentos y armas de todo el campo se juntaban y prevenian. Si á los soldados de los demas presidios le faltaban armas, caballos y vestidos, acudian á Galípoli.

Enviaronse con buenas escoltas á Galípoli todas las que estaban en los presidios, y luego nuestros Capitanes partieron de Pacía á grandes jornadas la vuelta de los Masagetas, á que avisados del intento de los Catalanes, apresuraron su partida pero su diligencia no pudo ser mayor que su desdicha, porque sus enemigos después de doce dias de camino les alcanzaron antes de pasar el Hemo.

Por los flancos de granito de la montaña, sembrados de mica que relucía, bajaba desatado un torrente espumoso; y entre el matiz sombrío de los encinares asomaba un pradillo, de tonos pálidos de hierba temprana, donde pacía un rebaño de ovejas, cuyos blancos cuerpos constelaban la alfombra verde como enormes copos de algodón.

Juntos los Capitanes en Pacía, resolvieron que para esta faccion se debia hacer el mayor esfuerzo, y así para poder sacar mas gente, desampararon á Pacía, Módico, y Rodesto; solo quedó Galípoli donde se retiraron todas la mujeres, debajo del gobierno de Ramon Montaner, con doscientos infantes, y veinte caballos.

Bajo esa bóveda, junto al borde del agua, conocía desde mi infancia más de un escondrijo, donde me pasaba las horas enteras, leyendo o soñando, mientras mi caballo, un poco más arriba, pacía tranquilamente en el bosque. Y como esta vez íbamos lentamente, por entre los troncos de árbol, se me ocurrió hacerle conocer uno de mis retiros. Quiero bajar le grité, ven a ayudarme a echar pie a tierra.

Y mas sobreviniendo un ejército de gente enemiga, á quien el deseo de su venganza puso en la necesidad de morir, ó vencer. Los nuestros hacen algunas correrias, y toman á las ciudades de Rodesto, y Pacía.

Eppie se dio cuenta de que su conducta era observada; sin embargo, el observador no era más que un benévolo burro que pacía con una traba atada a la pata, un asno apacible que no criticaba desdeñosamente las debilidades humanas, y que, por el contrario, se felicitaba cuando se lo admitía a compartirlas haciéndose rascar cuando podía.

Al mismo tiempo que Montaner hizo tan buena suerte contra Jorge, Rocafort, y Fernan Jiménez de Arenós juntaron la gente que estaba dividida en Pacía, Rodesto y Módico, y entraron por Thracia hacia el mar mayor, haciendo lo que siempre, pegando fuego á los lugares después de saqueados y de talar y abrasar los frutos de las campañas, cautivar, matar y jamas aflojando en su venganza.

Después de haberse visto con los Capitanes que estaban en Rodesto, y Pacía, y comunicado con ellos su resolucion, caminó con su gente la vuelta de Constantinopla y pasado el rio, que los antiguos llamaron Batinia, saqueó y quemó muchos pueblos á vista de la Ciudad.