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Una arrojaba su mantón al redondel; otra, por ser más, añadía la blusa y el corsé; otra llegaba a despojarse de la falda, y los espectadores agarrábanlas riendo para que no se arrojasen a la arena o no quedaran en camisa.

Pudiera suceder que las olas tuviesen más caridad que algunos corazones, y esta noche nos arrojasen alguna cosa, remedio de nuestra pobreza. ¡Las olas no tienen caridad! Para muchos la tuvieron.... Y no hay otra playa como esta, adonde salgan tantas tablas de navíos. Y por veces cosas de gran riqueza.... Plata fina, y joyas.... ¡Y también algún ahogado comido de los peces!

Los celos primero, después la noticia del matrimonio de Luis cayendo como una bomba, luego la venganza miserable, en la hija, del abandono del padre. Conocía bien el carácter rencoroso de la valenciana. Pero ¿qué adelantaría con injuriarla en aquel momento? Producir un grave escándalo y que la arrojasen de la casa. Micaela, apesar de su temperamento violento, tenía un corazón compasivo.

Tendría esto además la ventaja de que los politicians extraviados y los senadores farwestinos y cincinatescos, al vernos en tan buena compañía, arrojasen de sus cerebros el feísimo y bellaco concepto que los sabios y catedráticos yankees les han hecho formar de España, considerándola, por su afición á las corridas de toros y al Santo Oficio, Nación Calígula-Torquemada, como la llama Clarence King, y, por haber destruido, según Draper, no cuántas civilizaciones, podrido esqueleto entre las naciones vivas y prueba terrible de la justicia de Dios, que no quiere dejar sin ejemplar castigo nuestras ferocidades y nuestros crímenes.

El Mosco consideraba como enfermos a sus débiles compañeros, fatigados por la marcha. Al otro lado del arroyo, Isidro y el señor Manolo vieron que el camino se deslizaba, tortuoso, entre dos altas vallas de plantas espinosas. El Mosco les ordenó que arrojasen los cigarros; ya no podrían fumar hasta la vuelta: entraban en terreno enemigo.

Quiero suponer que el suelo de Cuba llegará entonces a estar más poblado y mejor cultivado; que producirá más tabaco y más café; que dará de tanta azúcar, que si los bocoyes de una sola de sus cosechas se arrojasen al Atlántico, el Atlántico se convertiría en descomunal tazón de almíbar; pero nada de esto gozaría la gente de raza española, que no había sabido crearlo, sino la raza superior de los yankees, que lo crearía, con la actividad y con el acierto de que carecen los criollos de casta española, los cuales no es de presumir que con la independencia habían de ser más industriosos y atinados en sus empresas que libres hoy y gobernándose con autonomía administrativa, bajo la bandera maternal de España.

El presidente, que parecía furioso por haber estornudado grotescamente en presencia del jefe de la oposición, se apresuró á ordenar que se llevaran el cofre y arrojasen su contenido fuera del puerto, como nocivo para la salud pública y la tranquilidad de la patria.

A lo que iba, iba; todos aquellos insultos le sonaban como le sonarían a un náufrago los que le arrojasen desde tierra.... Dos ideas llevaba clavadas en el cerebro con clavos de fuego: Ubi irritatio ibi fluxus decía una; y la otra: ¡estarán en la casa del leñador!

Su madre era una tramposa capaz de todos los enredos y vergüenzas para conservar el falso oropel de su vida; su madre despreciaba las murmuraciones que herían hondamente el honor de la familia; dejaba a las hijas que se arrojasen en el peligro, arrastradas por la desesperada audacia de cazar un novio, y al final se entregaba como una perdida en brazos de un amigo de su esposo, se vendía infamemente cuando estaba próxima a la vejez, manchando todo su pasado, por una necesidad del orgullo. ¿Qué era, pues, lo que quedaba a aquella mujer?

Agradóse tanto mi amo de mi buen servicio, que mandó que me tratasen bien y me diesen ración de pan y los huesos que se levantasen o arrojasen de su mesa, con las sobras de la cocina, a lo que yo me mostraba agradecido, dando infinitos saltos cuando veía a mi amo, especialmente cuando venía de fuera; que eran tantas las muestras de regocijo que daba, y tantos los saltos, que mi amo ordenó que me desatasen y me dejasen andar suelto de día y de noche.