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Todo esto se cifra en llegar al término de la carrera que he emprendido. Por este lado, se me antoja a veces que soy más censurable que Pepita, aun suponiéndola merecedora de censura.

Era como si cada persona llevase sobre sus espaldas una plancha de plomo de diez a veinte kilos de peso, para asegurarse la posibilidad de andar, suponiéndola imposible sin esa carga, y la diferencia más importante entre los colonizadores anglosajones y latinos del nuevo mundo fue el mayor gasto inútil de éstas en el seguro de vida, por el mayor empleo y el mayor costo de los servicios espirituales obligatorios e indispensables para estar "en gracia de Dios" y a cubierto de los demonios.

Mientras los frailes daban sepultura al cadáver de Baltasar en la cripta del monasterio, el prior se encaminó al scriptorium, para recoger la obra del iluminador, suponiéndola no terminada. Pero halló la foja de pergamino orlada de exquisita y delicada labor, la más maravillosa, sin duda alguna, que trazaron los pinceles de Fray Baltasar.

He ahí una sabia posición contra los murmuradores. Pero ¿y si la murmuración es justa, como sucede casi siempre? Claro que el murmurado tiende a creer que es injusta, suponiéndola muy justa cuando él se convierte, a su vez, en murmurador. La civilización tiene su origen en un vasto conjunto de temores, desde las leyes escritas hasta las prácticas sociales.

¡A Juan que, suponiéndola apenada, no bien acabó con cuanta prisa pudo su empeño en el pueblo de los indios volvió a la ciudad, y de allí, aprovechando la noche por sorprender a Lucía con la luz de la mañana, emprendió sin descansar el camino de la finca a caballo y de prisa! ¡A Juan, que con amores muy altos en el alma, consentía, por aquella piedad suya que era la mayor parte de su amor, en atar sus águilas al cabello de aquella criatura, no tanto por lo que la amaba él, sin que por eso dejase de amarla, sino por lo que lo amaba ella! ¡A Juan que, puestos en las nubes del cielo y en los sacrificios de la tierra sus mejores cariños, no dejaba, sin embargo, por aquella excelente condición suya, de hacer, pensar u omitir cosa con que él pudiera creer que sería agradable a su prima Lucía, aunque no tuviese él placer en ella! ¡A Juan que, joven como era, sentía, por cierto anuncio del dolor que más parece recuerdo de él, como si fuera ya persona muy trabajada y vivida, quienes a las mujeres, sobre todo en la juventud, parecían encantadores enfermos! ¡A Juan, que se sentía crecer bajo del pecho, a pesar de lo mozo de sus años, unas como barbas blancas muy crecidas, y aquellos cariños pacíficos y paternales que son los únicos que a las barbas blancas convienen! ¡A Juan, que tenía de su virtud idea tan exaltada como la mujer más pudorosa, y entendía que eran tan graves como las culpas groseras los adulterios del pensamiento!

Y lo que es en acto, como la igualdad sería absurda, desigualdad es lo que hay, ya que unos son réprobos y santos otros; unos justos y otros pecadores, y unos monaguillos y sacristanes y otros Abades mitrados, Arzobispos y hasta Papas. Sobre la igualdad democrática, que también condena el Sr. Gener, declamando contra ella suponiéndola rémora del progreso, harto llano es hacer defensa parecida.