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Esta veneración se extendía, o mejor dicho, se extremaba y llegaba a su colmo, sin afectación ni servilismo, cuando se trataba de la señorita doña Luz, en quien, fascinado el viejo, creía descubrir a un ser cuyos arcanos pensamientos, móviles y resortes de acción, apenas entreveía; a una criatura rara e inusitada, de otra casta muy diferente de la suya, y con la cual, sin embargo, comía de diario y tenía la honra de compartir la vivienda.

Una de las cuestiones que más preocupaban al dueño fué la manera de armonizar lo mejor posible el patriotismo y el negocio, las sesiones del club y las visitas de los parroquianos. Dirigió conciliadoras amonestaciones para que no hicieran ruido pero esto parece que fué interpretado como un primer conato de servilismo, y aumentó el ruido, y se fueron los parroquianos.

Señá Angustias, no me toque usté las ideas y deje en paz si quiere a don Joselito, que na tié que ver en too esto. ¡Por vía e la paloma azul! Yo fui a La Rinconá porque me lo mandó mi mataor. ¿Usté sabe lo que es una cuadrilla? Pues lo mismo que el ejérsito: disiplina y servilismo. El mataor manda, y hay que obedeser.

Las modernas, fruto del servilismo imitador del Renacimiento, de la pedantería ó soberbia de los gobiernos ó soberanos de la escuela fascinadora de Luis XIV, manifiestan en todo la voluntad del monarca, la tendencia á imponer su persona y su memoria, á deslumbrar á los pueblos con grandes construciones monumentales, estratégicas en gran parte, en cuyas líneas rectas no se ve mas sello que el de la vanidad niveladora, y el símbolo de la obediencia popular pasiva.

Y este don Pablo, que con la fuerza industrial acumulada por sus antecesores y con la impetuosidad de su carácter era la pesadilla de un millar de hombres, hacía gala de humildad y llegaba hasta el servilismo cuando algún sacerdote secular o los frailes de las diversas órdenes establecidas en Jerez le visitaban en su escritorio.

En lo tocante a servilismo baja hasta lo ínfimo, pues no se trata ya de adular a los Médicis o al distinguido y simpático Duque de Weimar, sino al Ministro, tal vez zafio y oscuro, al Director, tal vez lego, y acaso, acaso, al triste Oficial del Negociado.

Media docena de aparatos y un pelotón de voladoras resultaron suficientes para que el reino vecino quedase en poder de las mujeres, muriendo su monarca y los principales dignatarios. En resumen: bastó una semana para que en todos los países triunfasen las mujeres, quedando los hombres en un servilismo igual al que habían infligido á nuestro sexo durante miles de años.

El clero los educaba en esta creencia, por la comunidad de intereses entre la Iglesia y el Trono. Hasta los poetas más ilustres corrompían al pueblo, ensalzando el servilismo monárquico en sus comedias. Calderón afirmaba que la hacienda y la vida del ciudadano no pertenecían a éste, pues eran del rey.

Con aquel lenguaje mudo decía claramente el infantil ejército: «¡Ya somos hombres!». ¡Cuántas pupilas negras brillaban en el enjambre con destellos de genio y chispazos de iniciativa! ¡En cuántas actitudes se observaban pinitos de fiereza! ¡Allí la envidia, aquí la generosidad, no lejos el mando, más allá el servilismo, claros embriones de egoísmo en todas partes!

En todos los tiempos el servilismo de los gobernados ha sido particularmente grato a los gobernantes y recompensado especialmente por éstos, y en todos los tiempos se ha brindado a los potentados imaginarios con el manjar más apetecido por los potentados reales.